La tecla del duende
Llega el último encuentro de mayo en nuestra columna, cuando las citas presenciales se postergan, en defensa de la vida mundial. Por ello extiendo mis manos virtuales y prodigo saludos, abrazos como en Romerías, aliento, tiernos rayos de sol como si yo fuera mayo. Aunque, a decir verdad, los soles de este mes no han sido muy tiernos que digamos.
Tiernos fueron los primeros compases del mes, cuando la casa se volvió plaza y los aplausos tronaron cual desfile, bien temprano en la mañana. Agradables, los reclamos de aislarnos, para evitar que prosiga su paso la furia de malestar y muerte que provoca la COVID-19. Emotivos, los abrazos a madres distantes y médicos desconocidos, de esos que luchan dondequiera y son nuestros hermanos.
Fechas de mayo homenajearon la resurrección de Europa tras la Segunda Guerra Mundial; la unión de África, como hilo continuo en nuestras venas. Nos queda por vivir un Día contra el hábito de fumar; nos quedan varias fechas para fomentar la diversidad en la unidad, como en jornadas del mes que se despide.
En medio del aislamiento, los graffitis de nuestra columna crecieron. Los amigos que quieren saber cuándo y dónde son los encuentros presenciales de los tecleros, saben que deben esperar, pero han recibido respuesta. Resurgen los deseos de agrupar a lectores dispersos, al conjuro de abrazos virtuales repletos de calor. De sol. De ese sol, ciertamente tierno, que bautiza nuestros intentos, con el deseo de que, al vencer la pandemia y como dijera Martí, la Tierra entera debería ser un gigantesco abrazo.
Cuentan que anduvo siempre tejiendo los caminos para regresar a su pequeño poblado. Pero no conseguía volver. A veces agotaba los hilos, en ocasiones las agujas se quebraban, otras veces el bordado no soportaba tanta imaginación sobre su estructura.
Mayito encontró, eso sí, quien le tejiera el orden de su alma. Junto a su bordadora emprendió el regreso. Los tejidos de su localidad ya eran de otros colores. No obstante, lo recibieron con una bandera que él conocía. La había bordado, 45 años antes, para recibir a los soldados que integraban el ejército. Y allí estaba, recibiéndose a sí mismo, siendo recibido, llegando para siempre al poblado de Mayito (Enviado por Arián).
Mi gordita: Si yo fuera mayo, tú serías primavera. Titico.