La tecla del duende
Guevariana y ocurrente, siempre con la chispa de la agudeza despertando ingenio, vuelve a la columna la escritora y estudiosa del idioma Celima Bernal. Aquí van dos de sus joyas.
Amo al Quijote de 23. Amo al Quijote de 23,/ amo su desnudez de alambre mordida por el salitre./ Amo esa estructura que deja pasar la lluvia,/ que filtra cada noche la luz;/ ese esqueleto metálico donde anidan en primavera los gorriones./ Me conmueve su actitud desafiante, su soledad, su delgadez;/ su voluntad de seguir allí pese a todo. / Incapaz de intentar aventuras heroicas,/ enarbola inútilmente la espada./ No pretende la fama ni la gloria;/ no sueña con hazañas que lo inmortalicen, ni con aplausos de multitudes enardecidas./ No engaña a los demás, ni se engaña a sí mismo con la mentira de una pasión inexistente./ No manipula a aldeanos,/ prometiéndoles gobiernos de ínsulas, ni confunde con hechiceros temibles/ a los viejos que conversan junto a su pedestal./ Nunca tendría tal vez el valor de levantarse/ tras un fracaso grotesco, como el otro (iba a decir: «el real», ¡qué cosas!),/ se ve obligado a afrontar con dignidad la vergüenza de sus fuerzas menguadas,/ el ridículo, y la consecuente burla de algunos./ Este Quijote nuestro, sin escudero ni dama, está solo, nadie lo espera./ Lo cierto es que no puede siquiera intentar un retorno a la cordura,/ porque no tiene a donde regresar.
Canción del mar para Patricia. El mar es eso, de mar a mar: la mar, una fiesta de remos y de aletas,/ un regalo de fosforescencias, de yodo, de corales y de escamas./ El Sol, detrás del farallón, tibió el estero,/ y ahora enciende estrellas con resplandor de fuego/ en cada proa, en cada madero./ Las gaviotas blanquísimas son pedazos de espuma, crestas de olas./ Un pescador que lanzaba las redes desde la orilla,/ va dejando sus huellas sobre la arena; la sarta de peces rojos,/ que aún aletea, agoniza en sus manos./ Los sueños que abandonó en el cantil,/ ya han zozobrado/ Se ha entoldado el cielo repentinamente,/ el azul se asoma tímido por entre las nubes aborregadas,/ una lluvia callada moja la playa./ Se aleja una barca, se acerca un esquife,/ el cristal verde azuloso se ha apedazado en los arrecifes./ El agua parece que salta y que hierve, rompe contra el peñasco/ con un espumajoso grito de sal. El mar es eso, de mar a mar: la mar.
Los duendes holguineros se reunirán este sábado, 10:00 a.m., Casa de la Prensa.// En La Habana la cita será ese mismo día, 2:00 p.m., Fragua martiana. Tema de ambas: padres singulares.