La tecla del duende
La pantrista del Instituto Internacional de Periodismo José Martí golpea insistentemente una cuchara sobre un plato. «Ven, Niño.», «El almuerzo, Niño.», «Pero, Niño, ¡¿tú no tienes hambre hoy?!»… Sin embargo, Niño, el perrito que todos los días se echa en el primer escalón de acceso al Instituto, en el capitalino Vedado, casi no puede oírla. Viejo y maltrecho, ha perdido el oído y tal vez el olfato, porque hasta que la pantrista no viene y le pone el plato casi en el hocico, él no advierte la cercanía de la comida.
Hace años, cuando apareció la primera cuidadora del monumento de Salvador Allende, en el parque situado frente al centro docente, Niño la defendía de las travesuras e irrespetos de algunos, que lo mismo intentaban dejar grafitis en el mármol solemne, que romper los bombillos que iluminaban de noche el sitio. La anciana los regañaba como podía, y Niño les ladraba las cuarenta con toda su juventud.
Un buen día la señora se fue, o la «fueron» de su silla frente al monumento, y Niño quedó sin pies de buen amigo sobre los que echarse. Entonces Guillermo Cabrera Álvarez, el periodista inmenso que dirigía el José Martí, comenzó a llamarlo cada jornada para darle de su propio almuerzo.
Y tanto se afianzó la unión de Niño y Guillermo, que ya todos los trabajadores de allí, aunque el Guille no estuviera, se preocupaban por alimentar al pequeño perro parduzco y protegerlo si alguien intentaba hacerle daño.
Guillermo, ya lo sabemos, era un especialista en afectos. Solitario de familia, seco y cortante a veces como un lord inglés, tenía, sin embargo, una ingénita fraternidad que se le salía por el azul de los ojos, la belleza de las letras y la ocurrencia de la sonrisa.
Como director de la revista Somos Jóvenes, redactor de la sección Abrecartas en el periódico Granma o armador de esta columna rebelde, Guille vivió rodeado de lectores, de compinches, de amigos, especialmente de jóvenes. Y también gustaba y conocía como pocos de los perros. Quizá porque su divisa, como la de ellos, era la fidelidad.
Por eso tal vez Niño aún lo espera. Casi sordo, sin olfato, entrecerrando cansinamente sus ojos al sol, con el pelambre sucio de andar por la vida, este perrito sabe que en ese Instituto, cualquier día, aparece sonriendo su amigo.
Allá en el centro de Cuba, en el placeteño Guaracabulla, se alistan para celebrar un año más del poblado. Como el 24 próximo cae lunes, el festejo será el domingo 23. Los tecleros, como siempre, unen su ingenio a la fiesta.
Mar de aguas violetas: Lo insoportable de estar conmigo mismo es que solo estás tú. El náufrago
Harold: Cuando un sueño se cumple, un pequeño duende esboza una sonrisa. Que durante este año tus duendes aprendan a sonreír eternamente. RU