Los que soñamos por la oreja
Sin apenas darme cuenta, hace unos días mi columna de Los que soñamos por la oreja arribó a sus 28 años de edad. Me parece que fue ayer cuando, por iniciativa de mi maestro de periodismo y gran amigo, Ángel Tomás, entonces editor de las páginas culturales y dominicales de Juventud Rebelde, tuve la propuesta de asumir una sección que de inicio fue con una frecuencia quincenal, pero que a los pocos meses de nacer, pasó a ser semanal.
Nunca pensé que el espacio duraría tanto tiempo. Últimamente en más de una ocasión he pensado que va siendo hora de poner el punto final pues, como diría un célebre filósofo, «todo cuanto existe merece perecer». Ya soy una persona que pasa de los 50 y, por lógica natural, mis intereses musicales cada día establecen mayores diferencias con los de las nuevas generaciones, que se supone deben ser los destinatarios de un periódico como este. De ahí que el número de mis lectores decrezca en comparación con los que tuve a fines de los 80, cuando inicié la presente columna.
Pese a lo antes expuesto, todavía Los que soñamos… me sigue proporcionando uno que otro alegrón. Gracias a los 28 años que llevo escribiendo la sección, he adquirido amistades que ya son parte de mi familia, como es el caso de Ricardo Castillo, o he disfrutado del acompañamiento de fieles lectores aunque jamás hayamos intercambiado en directo una palabra, como me sucede con Pavel Alfonso.
En este sentido, en días recientes he vivido un par de experiencias gratificantes. La primera fue el domingo tres, cuando compartí un rato de amena charla con otros dos soñadores por la oreja, Ramón y William, ambos moradores de Palatino y que me sorprendieron con viejos recortes de la columna o al referirse a textos míos sobre rock, publicados en Alma Máter a mediados de los 80.
El segundo regocijo lo tuve el lunes 4, cuando otro lector de nombre Alejandro y editor del interesante fanzine Metal por tus Venas, me facilitó el acceso a varios discos de fecha más o menos reciente, entre ellos el Rock Or Bust (ACDC), War Of Kings (Europe), The Book Of Souls (Iron Maiden), Return To Forever (Scorpions), Songs of the innocence (U2) y Revolución, realizado por The Dead Daisies, la banda que nos visitase en febrero de 2015.
Desde que uno escucha el primer corte del álbum, es decir, Mexico, excelente tema de sabor setentero, se imagina que de ahí en adelante uno va a disfrutar de un fonograma facturado con mucha garra. Y el pronóstico no se equivoca, pues al llegar al último track, o sea, Critical, lo único que se puede asegurar es la frase más socorrida hoy en el habla cubana, pero que aún es impublicable en prensa plana, así que la sustituyo por otra que, aunque tiene cierto álito machista, retrata a la perfección la grabación: esto es un CD de hard rock testosterónico.
Se trata de un álbum contentivo de 13 piezas, en un estilo muy ligado al de la vieja escuela, es decir, nada de rebuscamiento sino pletórico en un discurso musical bien directo y que abarca desde el hard rock, blues, country, hasta funk. Predomina un cierto aire sureño, signado por un toque alegre, melódico y con pegada. Así, tras el aludido Mexico, llega Evil, que me recuerda un tanto la propuesta de Cactus. Su ritmo es algo anárquico, suerte de híbrido entre sonoridades de los 70 y de los 90, con sobresaliente trabajo de Brian Tichy a la batería.
Por su parte, Looking for the One, uno de mis favoritos, es de un delicioso sabor hardrockero y que por momentos me hace evocar las buenas cosas de Whitesnake. Mientras, Empty Heart, trae de vuelta a la actualidad los aires sureños de gentes como Lynyrd Skynyrd. Otro de mis predilectos es Something I Said, clásica balada diseñada con todos los ingredientes requeridos para convencer a la fanaticada. El solo de guitarra es sencillamente precioso.
Por supuesto que no faltan los temas de aire marchoso (Get Up, Get Ready), riffs pesados dentro de la auténtica tradición (Make the Best of it), rock n´roll clásico (Devil Out of Time) o un medio tiempo que endurece su sonido mientras progresa la pieza (Critical).
En conclusión, el álbum Revolución, de The Dead Daisies, resulta un disco muy ameno y que se disfruta de principio a fin. En el cumpleaños 28 de Los que soñamos por la oreja, este ha sido un magnífico regalo y que le recomiendo a todos mis lectores.