Los que soñamos por la oreja
Una de las cosas que más admiro en Silvio Rodríguez, además de su verticalidad en el sentido ético y que se expresa en su radical actitud en contra de lo que él no esté de acuerdo (venga de donde venga), es su capacidad para no repetirse entre un trabajo musical y otro. Si se formula un análisis pormenorizado de la producción fonográfica de este trovador, desde su ópera prima, el LP Días y flores, hasta el reciente CD titulado Amoríos, se comprobará que, al margen de los rasgos que identifican su estilo creativo, de un disco a otro Silvio logra establecer diferencias y no caer en esas repeticiones tan comunes desde el punto de vista melódico, armónico o de arreglos, que se dan en la obra de numerosas figuras, cuando ya llevan determinada cantidad de años en las lides musicales.
Incluso, la vocación por renovarse y no quedarse parado en el tiempo, lleva a Silvio a rehacer sus propias creaciones de antaño, cuando las recupera del baúl de los recuerdos y las pone de nuevo en circulación. Ello se aprecia en los retoques que en ocasiones da a un verso, una línea melódica, así como en la transportación tonal que hace en la armonía, para adecuarlas a su actual registro vocal.
Todo lo antes expresado se verifica en el álbum Amoríos, presentado en la noche del lunes 21 de diciembre con un excelente concierto llevado a cabo en la sala teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, que no me canso de repetir que hoy resulta el mejor espacio en La Habana para disfrutar de presentaciones musicales no concebidas para el baile. Este fonograma retoma lo llevado a cabo en anteriores producciones como Érase que se era, es decir, grabar viejas canciones de décadas como las de los 60 y los 70, del pasado siglo, conocidas en algunos casos por tomas informales (lo que en la actualidad serían demos o maquetas) en cintas o casetes altamente valorados por los admiradores del trovador, pero que no habían quedado registradas en ningún disco.
Si bien una primera audición de los 14 temas de este nuevo CD de Silvio podría llevar al oyente a pensar que se trata de un material enfocado en el tema del amor, ello sería una apreciación un tanto limitada pues, en el álbum, el desamor también juega un rol protagónico. Creo que Rodríguez es uno de nuestros artistas que más ha abordado esa otra zona de la relación de pareja, o sea, lo vinculado con la ruptura y la pérdida de quien nos acompañase durante cierto tramo de nuestra existencia. La intensidad con que Silvio ha trabajado dicha arista, entre nosotros solo tiene equivalencia en lo hecho por el desaparecido Santiago Feliú en un disco como Sin Julieta, perfecto retrato sentimental de la generación a la que Santi y yo pertenecemos.
Desde el punto de vista musical, Amoríos es un trabajo en el que encontramos un feliz matrimonio entre los aires de la trova, el jazz y la música de cámara. Ahí radica, en mi opinión, uno de los grandes aciertos del disco, con piezas que echan mano a elementos del son, el guaguancó, el chachachá, el danzón, el bolero, el blues…, en una clara apuesta por una cancionística influenciada por los procesos de hibridación que vive el arte contemporáneo.
Por orden de aparición, se incluyen en el álbum las piezas: Una canción de amor esta noche, Con melodía de adolescente, Tu soledad me abriga la garganta, Haces bien, Día de agua, Qué distracción, En cuál de esos planetas, Se cuenta de ti, Querer tener riendas; Dibujo de mujer con sombrero, Óleo de mujer con sombrero, Detalle de mujer con sombrero, Mujer sin sombrero (cuatro cortes que arman la suite Exposición de mujer con sombrero); y Qué poco es conocerte.
Compilación de viejos temas, desconocidos para el gran público pero no para los fervientes admiradores del trovador, el disco Amoríos vuelve a poner sobre el tapete la discusión de qué sería mejor, si hacer esto que ha hecho Silvio de reactualizar antiguas canciones o presentar las versiones originales tras un proceso de masterización. En esta polémica, en la que hay argumentos a favor y en contra en cada uno de los bandos en que se dividen los seguidores de Silvio, dejo que el lector se pronuncie. Por lo pronto, solo me queda recomendar la audición de este fonograma, muestra de un creador que casi a sus 70 años no deja de renovarse.