Los que soñamos por la oreja
Allá por 1990, etapa en la que laboraba como periodista en la revista Alma Máter, de la Casa Editora Abril (lugar donde todavía sigo trabajando, pero como parte de la familia de El Caimán Barbudo), tuve la posibilidad de entrevistar al maestro Carlos Fariñas, a propósito de su desempeño docente en el Instituto Superior de Arte. Aún conservo en mi memoria la grata impresión que me causó la charla con el no solo profesor sino, sobre todo, eminente compositor, hacedor de una obra que yo había conocido de inicio durante mi niñez y adolescencia, gracias a que mis padres eran asiduos a los conciertos de música de vanguardia que en el decenio de los 70 se llevaban a cabo en el Teatro Amadeo Roldán y de los que Fariñas era uno de sus principales impulsores.
Transcurrido el tiempo puedo asegurar que, aunque en su momento no comprendía ni me gustaba mucho de lo que entonces escuchaba, esa etapa de asistencia a tales funciones, a la postre resultó decisiva en mi formación y afición por la música académica y popular, sin establecer distingos entre géneros y estilos.
Por eso, cuando tuve en mi poder una copia digital en mp3 (últimamente, es ese el formato en que me llega la mayoría de los fonogramas) del disco Integral de la obra para guitarra y laúd cubano de Carlos Fariñas, llevado a cabo por nuestro compatriota Joaquín Clerch, sentí que de algún modo me estaba reencontrando con una zona de mi pasado, que fuese definitoria en mi modo de ser y actuar en el presente, tanto en lo personal como en lo profesional.
Por otra parte, también con mi tocayo tengo muy gratos recuerdos, pues como en los 80 yo no me perdía ni una sola de las sesiones del concurso y festival de guitarra de La Habana, que por la fecha auspiciara Leo Brouwer, fui testigo de la primera participación de Clerch en dicho certamen, cuando apenas el por aquellos días muchacho contaba con 16 años de edad. De entonces a acá ha llovido mucho y hoy él es uno de los principales ejecutantes cubanos del instrumento de las seis cuerdas, con una sólida carrera en la vieja Europa, lugar donde reside desde hace ya más de un par de décadas.
Editado por Producciones Colibrí, este volumen doble nos permite entrar en contacto con la obra escrita por Carlos Fariñas para guitarra y laúd, probablemente un repertorio no muy conocido de este compositor, pese a sus notables valores artísticos, como lo corrobora una atenta escucha de los temas aquí recogidos.
En el fonograma se registran piezas grabadas en diferentes momentos y sitios, tanto en Cuba como en el extranjero. Pese a ello, al escuchar de conjunto el material uno no percibe las diferencias que semejante situación podría originar, gracias al excelente trabajo realizado por quienes tuvieron a su cargo la masterización de las distintas tomas que aquí aparecen. He ahí, en mi opinión, uno de los méritos de este doble CD.
Si bien todo el disco deviene una clase magistral interpretativa, hay momentos en los que Joaquín Clerch estuvo sencilla y llanamente impresionante. En tal sentido, yo mencionaría la memorable interpretación que nos regala de Canción triste (mi pieza favorita entre las escritas para guitarra por Carlos Fariñas), así como su ejecución del Concierto para laúd cubano y orquesta de cuerdas en tres partes y el Concierto para guitarra y orquesta.
Sé que álbumes como el realizado por Joaquín Clerch resultan difíciles de comercializar en nuestro contexto, pues a las dificultades a las que se enfrenta el fonograma cubano para su distribución, hay que agregar las que se originan por el limitado consumo entre nosotros de la música académica. Empero, aunque ya no vivimos en los tiempos en que en Cuba se veía al disco y a la música en general solo como fuente de enriquecimiento espiritual y a partir de 1990 otras son las reglas del juego, al menos yo sigo creyendo que hay zonas de nuestra creación sonora que hay que proteger y hasta subvencionar, más allá de lo que dicte el mercado, por lo que aplaudo lo hecho por Producciones Colibrí, sea o no rentable este doble CD.
Y es que con producciones como la Integral de la obra para guitarra y laúd cubano de Carlos Fariñas, a cargo de Joaquín Clerch como figura protagónica, estamos ante uno de esos cada vez más escasos ejemplos en los que el disco deja de ser simple mercancía para convertirse en expresión de un suceso cultural, de los llamados a resistir la prueba del paso del tiempo.