Los que soñamos por la oreja
El que siga con atención el devenir de la música cubana en los últimos años, estará de acuerdo conmigo en que hemos sido testigos del florecimiento entre nosotros de un tipo de pop signado por romper con algunas de las reglas clásicas del género, sobre todo en lo concerniente a la letra y donde a las claras se percibe el legado de la Nueva Trova y de la Canción Cubana Contemporánea. Lo sucedido con grupos y figuras como Buena Fe, David Torrens y cierta zona de la producción de Moneda Dura, así lo corrobora.
Empero, las raíces de lo que en este sentido ha venido ocurriendo en Cuba desde comienzos de la presente centuria, hay que buscarlas décadas atrás, en el período comprendido entre finales de los años 60 e inicios de los 70 del pasado siglo, cuando en el país varios —por entonces— jóvenes músicos, con la pretensión de camuflajear sus predilecciones por el rock e influidos en gran medida por las agrupaciones españolas de pop de la época, intentaron con más o menos éxito apropiarse de las reglas del género. Si un par de figuras son representativas de aquella primera etapa, pienso que es el caso del dúo conformado por Mirta (Medina) y Raúl (Gómez), de notable popularidad en el período y que de algún modo pretendieron romper con el remarcado mimetismo imperante por la fecha. El disco que dicho dueto grabó con el respaldo del grupo Los Dada continúa siendo material de estudio obligado para quien se interese por comprender el devenir del discurso popero entre nosotros.
En la actualidad, uno de los cultores del pop que, en mi opinión, mejor domina las reglas imperantes hoy en el género, es Luis Pastor Pino, creador de mucha experiencia dados los años que lleva en estas lides. A él se le conoció de inicio como parte de una de las alineaciones de Paisaje con Río y luego se le vio figurar en diferentes agrupaciones. Ahora, con el fonograma titulado Cruza el espejo, Luis Pastor Pino debuta como solista y de algún modo continúa lo hecho por él en su etapa del dúo Jottabich, que nos dejase aquel excelente álbum denominado Hombres de papel y del que gratamente se recuerdan piezas como Lentes de azafrán, Porta-misil o Cálida.
En esencia, la ópera prima de Luis Pastor Pino es un disco en el que el buen gusto por confeccionar melodías agradables al escucha es lo que predomina. Ello se corrobora desde el primer corte de la grabación, el nombrado Claudia, en el que también encontramos un texto bien facturado, cierto que sin grandes pretensiones, pero a tono con los requerimientos del género. Lo mismo cabría decir de piezas como Día gris, Invulnerable, Hay un lugar, Tiempo de final, Ofrenda y Laura, por mencionar algunos ejemplos.
Semejante será la tónica prevaleciente en los 13 temas compilados en el álbum, en los cuales también sentimos la influencia de elementos de la música electrónica y que hacen que este sea una de las contadas producciones discográficas cubanas que coquetea con lo que en el circuito internacional y sobre todo el europeo se conoce como electropop.
Creo que por la calidad del material, hecho de forma independiente como cada vez suele ocurrir con mayor frecuencia en nuestro contexto, es una pena que el mismo no haya tenido una mejor promoción en nuestros medios, pues solo ha sido programado de forma sistemática por Juanito Camacho en su espacio Discociudad, de Radio Ciudad Habana. Conspira además de forma negativa que Luis Pastor Pino no suele tocar en vivo, con lo cual también se pierde la posibilidad de que él entrase en contacto con un público potencial que podría interesarse por las canciones de este multinstrumentista, sin discusión alguna uno de los mejores representantes del pop facturado en Cuba en la actualidad.