Los que soñamos por la oreja
Con el fin de designar las culturas urbanas musicales de nuestros días, en los estudios de música popular se manejan tres términos. Así, encontramos el de «subculturas», que para algunos es casi una posición epistemológica. Este concepto ha sido discutido en años recientes dentro del ámbito de los Estudios Culturales por sus limitaciones.
Debido a la movilidad de los grupos en las culturas juveniles y las nuevas formas en que los jóvenes se apropian de los espacios otorgándoles otros significados, desde la década de los 90 en distintos medios de comunicación ha tomado auge el empleo del término «clubculturas», que no debe entenderse como un referente teórico que desplace la noción interpretativa de «subcultura», porque no pertenecen al mismo rubro ya que no todas las culturas urbanas musicales se encuentran ligadas al mundo del club, ni todos los que participan de una práctica musical constituyen una «subcultura» homologada, coherente y con una ideología compartida.
El tercer término y que yo prefiero utilizar es el de «escena», pues si dicho concepto se entiende como «un tipo específico de contexto cultural urbano y práctico de un código espacial» (según palabras de Geoff Stahl), la Música Cubana Alternativa y sus audiencias encajan a la perfección en dicho concepto analítico, al margen de que en nuestro país no pueda aplicarse la definición de Will Straw en cuanto a la existencia de un acuerdo formal entre industrias, instituciones, público e infraestructuras.
En el caso cubano, los miembros de la escena alternativa celebran una sensibilidad «underground» compartida, que apuesta por una noción diferente en cuanto a los géneros y artistas mayoritariamente promovidos entre nosotros. Esta escena puede entenderse como una red de socialización compuesta por múltiples redes de personas, vínculos y actividades que se encuentran unas a otras al perseguir fines comunes. Dicha red de redes abarca a una comunidad de individuos que se mueven tras un proyecto general que gira en torno a la producción de ciertos tipos de música y a su difusión. Tal comunidad se desenvuelve en correspondencia con lo que Howard Becker ha denominado un mundo de arte basado en la actividad cooperativa y/o colaborativa de las personas involucradas en la producción de objetos artísticos.
En este sentido, si bien la noción de campo cultural a la manera de Pierre Bourdieu y que fuese tan popular a fines de la pasada centuria, resultó muy útil pues ayudaba a entender cómo estaban organizados el campo musical, el literario, el editorial, el cinematográfico…, hoy acontecen numerosos procesos transversales y en correspondencia con dicha realidad, los jóvenes no se califican en una única disciplina (o en un solo campo), sino que circulan entre ellos, los mezclan, los rompen y en fin, buscan otras maneras de producir. De ahí que nociones como las de redes representan la expresión de una búsqueda para referirse de otro modo a lo que está moviéndose en la sociedad contemporánea.
Como han señalado Julián Woodside Woods, Claudia Jiménez López y Maritza Urteaga Castro Pozo, esta clase de red de socialización resulta un sistema abierto cuyos límites se difuminan en su interacción con otros mundos de arte y el exterior, lo cual ocasiona que se generen íntimas relaciones con los mundos de los que persiguen distinguirse, como por ejemplo el de la industria discográfica. De ahí que para Howard Becker los mundos del arte son concebidos a manera de redes de colaboración entre los artistas participantes.
La cooperación, la participación, la colaboración y el trabajo devienen el vehículo a través del cual se generan y distribuyen las ideas en una dinámica de caos que, por el contrario de permitir reglas establecidas, permanentemente las están modificando y reordenando en función de las estrategias creativas que van surgiendo. Es por ello que es fácil hallar fuertes vínculos de apoyo entre los representantes de la escena de Música Cubana Alternativa y un creciente énfasis en promover las colaboraciones entre colegas (a veces cultores de géneros y estilos diferentes), ya sea para grabar, actuar o realizar proyectos de difusión, expresión de prácticas que han introducido una nueva dinámica en el panorama cultural cubano.