Los que soñamos por la oreja
Hace poco más de cuatro lustros que en el lenguaje académico internacional empezó a utilizarse el término scholar-fan para referirse en general a los primeros sociólogos, musicólogos e historiadores europeos del decenio de los 80 del pasado siglo, interesados en abordar el estudio serio de la música popular y, en particular, aquellos géneros y estilos que los impactaron de adolescentes. Esta clase de exégetas, hoy procedentes del ámbito de todas las ciencias sociales, ha desarrollado lo que se conoce como estudios de música popular urbana.
Por razones que no vienen al caso explicar ahora, entre nosotros ese es un campo que resulta deficitario y en el que recién comenzamos a dar los primeros pasos. No se trata de que en nuestro contexto no exista uno que otro scholar-fan, incluso ya con obra reconocida allende las fronteras. Tal es el caso de Humberto Olav Manduley López, quien mañana arriba a sus primeros 50 años de vida.
Autor del libro El rock en Cuba (Atril Ediciones), uno de los contados textos publicados acá dentro de la vertiente de los estudios de música popular urbana y que, a pesar de la errática política comercial de que ha sido víctima, ha devenido un trabajo de obligatoria consulta para los que deseen saber del tema, Húmber o Mandu (como solemos llamarlo en familia) es alguien cuyo accionar diario evidencia lo frío y esquemático de lo que llaman «currículum». En su caso, al pinchar en Google en busca de datos, la ficha que se nos entrega afirma algo así:
«Humberto Manduley López (Cuba). Escritor, investigador, crítico de rock. La Habana, 1959. Ha sido colaborador de publicaciones cubanas como Revolución y Cultura y El Caimán Barbudo; y de extranjeras como Margen (España) y Acid Dragon (Francia). Se desempeñó como comentarista de música en el programa televisivo En Confianza, a inicios de los años 90, y ha sido conductor de programas radiales como La quinta rueda (Radio Ciudad de La Habana) y A propósito (Radio Metropolitana)».
Todo lo anterior es cierto, pero en lo más mínimo refleja al Humberto que rinde culto a la amistad, al opinante apasionado pero que respeta el criterio ajeno, dueño de una asombrosa memoria, en la que conserva datos y detalles que para otros serían insignificantes. Por eso, en el actual programa radial que conduce y escribe, Melodías en el tiempo, espacio que sale al aire entre lunes y sábado a las 9:00 a.m. por Radio Metropolitana, uno se sorprende ante la minuciosidad y el rigor de los que Manduley hace gala en cada una de las emisiones.
Como buena parte de quienes se acercaron al rock en los tempranos 70, de inicio fue admirador de Deep Purple y Led Zeppelin, a los que luego añadió bandas con otras sonoridades, como Yes y Jethro Tull. La diversidad de gustos que posee Humberto responde en buena medida a que en la etapa en que él se vincula a este género, los estilos coexistían sin dificultad y, con ello, se disfrutaba por igual de una pieza en la línea del hard, de una en la cuerda sinfónica o progresiva, que de una balada o un tema de aire Fol.
De aquellos años data asimismo su vinculación con el rock facturado en Cuba, a partir de asistir como público a las presentaciones de grupos como Almas Vertiginosas, Nueva Generación y Sesiones Ocultas. Por entonces surgió en Manduley una vocación que lo acompaña hasta el presente, es decir, el amor por recopilar información del acontecer roquero foráneo y nacional, después extendido a otras manifestaciones musicales como la trova y el jazz.
Aunque con su quehacer en la radio, la televisión y la prensa plana (recordar que desde hace años en El Caimán Barbudo escribe la sección La cuerda floja), Humberto le ha aportado lo suyo a la cultura cubana. Creo que una de sus mayores contribuciones fue ser protagonista como compositor, entre 1982 y 1985, de buena parte del repertorio del grupo Venus, banda pionera en lo que se ha nombrado «el despertar del rock nacional», gracias a canciones que —sin pretender ser poesía trascendente sino funcional lírica en español— transmitían una incipiente filosofía rock y apreciaciones personales sobre asuntos como el amor y la guerra. Así pues, Mandu, ¡muchas felicidades en tus 50!