Los que soñamos por la oreja
Foto: Alaín Gutiérrez. «No hay que prestar demasiada atención a los aniversarios. Que ahora se cumplan 35 años de vida artística y 25 de carrera profesional de Ángel Quintero no son más que pretextos para revisitar una obra encomiable por su alcance y carácter. La mejor prueba de ello está en la actualidad de temas que han resistido el paso del tiempo. No solo se trata de que Solamente una ventana, Tumbao o Corazón, corazón —o los que cobraron aliento en la nunca olvidada ópera-trova Donde crezca el amor—, sean ineludibles referencias en la banda sonora de los cubanos de los 80, sino de que cuando son escuchadas por generaciones sucesivas, la calidez de la recepción demuestra la permanente vitalidad de esas canciones».
He reproducido parte del texto escrito por Pedro de la Hoz, a manera de palabras de presentación al catálogo de mano realizado para el reciente concierto de Ángel Quintero, una función llevada a cabo en la sala-teatro del Museo Nacional de Bellas Artes y que más que un mero espectáculo musical, devino fiesta o reunión de amigos por los aniversarios que, con este recital, estaba celebrando Angelito, como todos le conocemos.
Coincido a plenitud con el criterio de Pedro de La Hoz en lo concerniente a que, entre las composiciones de Ángel Quintero, son varias las que han devenido temas antológicos de la cancionística cubana de las últimas décadas. Y es que nadie que pretenda formular un recuento en tal sentido a partir de los años 80 podría obviar la obra de este creador que por igual nos ha regalado temas en los que prevalece una alta dosis de lirismo, otros en los que el componente lúdico desempeña el rol protagónico, sin olvidar aquellos en los que ha prevalecido una suerte de revitalización del clásico humor vernáculo nacional y la mirada aguda en torno al costado menos grato de nuestra sociedad.
En el concierto de Bellas Artes, nombrado Apretado a la ternura, Angelito hizo un repaso de las distintas etapas por las que ha transitado como creador. Así, escuchamos piezas como Bolero y nostalgia, Al paso, Alma y voluntad, Bailando con Pitágoras, Solamente una ventana, Identidad, Corazón-corazón y La historia del Panga, canción que Quintero nunca ha grabado en un disco, pero que para mí resulta una de las de más alto vuelo en su repertorio, en tanto es una composición estremecedora por lo que nos cuenta y por la forma de rendir tributo a un simple ciudadano.
La función sirvió también para que este trovador diese a conocer su nuevo grupo, integrado por la flautista Zaira Fernández Esquivel, Jasek Pérez Nieves en el set de percusión y el bajista Juan Carlos Abad, verdadera revelación como instrumentista. Aunque en la presentación se notó que aún falta trabajo de ensayo, con un poco más de tiempo la formación promete mucho.
Solo añadiría dos señalamientos al concierto. Me pareció que el mismo resultó algo extenso, no tanto por el número de canciones interpretadas, sino por la intervención de Osvaldo Doimeadiós como invitado, que a pesar de que hizo reír a todos con ese humor inteligente del que hace gala, y que esta vez sirvió para revivir nostalgias a los que en los 80 no nos perdíamos una de las presentaciones de su grupo Salamanca, consumió demasiado tiempo de la función.
Lo otro que creo oportuno acotar, está referido al uso que Angelito suele hacer de multiefectos para procesar su guitarra. Si bien timbres como los aportados por el chorus o el flanger pueden enriquecer la sonoridad, tampoco es cosa de abusar de ellos, sobre todo cuando se utilizan en géneros como el son. Empero, al margen de lo anterior, cuando para concluir el espectáculo disfrutábamos de Tumbao-tumbao, composición que al transcurrir el tiempo uno se percata de lo premonitoria que fue en su mensaje hace dos décadas, se corroboraba que Ángel Quintero figura, por derecho propio, en la nómina de los principales trovadores cubanos de los últimos 35 años.