Los que soñamos por la oreja
Trovarte ha reservado para mañana un encuentro con Adriano Rodríguez. Foto: Roberto Suárez Que me perdonen si no soy simpático, / si no hallo rosas para los sintéticos, / faranduleros o melodramáticos: / no aprendo el arte de lo pseudoartístico.
Que me perdonen los neoteóricos / —anorteñados en lo posmodérnico— / si me empecino en ser un romántico / de los que abrazan el marxismo místico.
Ya sé que conspirar futuro es anticuado, / que la última política es la apolítica, / que la ley natural es el mercado / donde no cabe esta canción política / (simplemente política).
Ya me aprendí que todo está inventado, / que el acto creador es anacrónico, / que el horizonte es un ecléctico pasado / y que el presente un porvenir recíclico / pero soy tan creyente como un buen agnóstico.
Que me perdonen si no soy pragmático, / si no hago un canto pirotécnico / relajador a lo Hollywood clásico / o tan jugoso cual folklore turístico.
Que me perdonen los neodemocráticos / que me brindan su edén apocalíptico, / si me lo tomo con humor bucólico / es que soy tan iluso que resulto escéptico.
Que me perdonen si soy neohistórico / o acaso premoderno todavía / pero ese asunto del final utópico / solo me sabe a trasnochada utopía, / una simple utopía, / una más, una más, una más, / pobre utopía / contra la mía.
He reproducido el texto de la canción Mazúrquica posmodérnica, pieza incluida en el disco La voz del Diablo Ilustrado y que ha sido una de las muchas producciones puestas a la venta en el Pabellón Cuba, como parte de la Feria Arte en La Rampa. En dicho contexto, todos los viernes de este caluroso verano, en horas de la tarde, a veces a partir de las 5:00 y en otras desde las 4:00, allí se ha estado celebrando la peña Trovarte, auspiciada por la revista El Caimán Barbudo y la EGREM.
Ya se ha dicho que el día en que se escriba la historia de lo acontecido musicalmente en Cuba durante los últimos 20 años, habrá que dedicar solo un capítulo a la importancia de estas peñas. Ellas han sido, en ocasiones, el espacio fundamental para que un artista dé a conocer su propuesta creativa y madure al fragor de la sistematicidad en el hecho de presentarse de forma estable ante el público. En dicho sentido, si una manifestación ha sido beneficiaria de semejante acción, no cabe duda de que en primerísimo orden habría que mencionar a la trova.
Trovarte se ha sumado a la rica historia de peñas que en años recientes han defendido contra viento y marea la estética del creador que, en compañía de su guitarra, le canta a las venturas y desventuras del tiempo que en suerte le ha tocado vivir. Y creo que la principal peculiaridad que ha tenido el espacio, desde que diera inicio el primer viernes de julio, ha estado en la proyección inclusiva de su programación. Por allí han pasado cantautores pertenecientes a todas las generaciones actuantes ahora mismo entre nosotros, lo cual —desde mi perspectiva de lo acaecido— ha devenido como la principal ganancia del encuentro, dado que tal integración no es algo que acontezca con toda la frecuencia deseada.
Entre los nombres que han pasado por el Pabellón Cuba de forma habitual, caben mencionarse a Ray Fernández, Reinier Aldana, Fernando Bécquer, Mauricio Figueiral, Fidel Díaz, Pepe Ordás, Pedro Beritán y Adrián Berazaín. A ellos se les han sumado de forma eventual, figuras como Raúl Verdecia, Yolo Bonilla, Erick Méndez, Juan Carlos Pérez, Raúl Torres, Diego Gutiérrez, Rochy, Michel Portela, o Adriano Rodríguez, que en una de estas tardes nos regalase a los asistentes lo que sin dudas fue una clase de maestría al abordar el hecho trovadoresco desde nuestras más auténticas raíces.
Justo para despedirse del verano, Trovarte ha reservado para mañana viernes 29 de agosto un encuentro con Adriano Rodríguez, y de paso celebrar con quien es dueño de una de las más portentosas voces de las últimas décadas en nuestra música, su cumpleaños 85. Con experiencias en discos de Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Edesio Alejandro o trabajos con el Conjunto Folclórico Nacional, el elenco de lujo de Tropicana y hasta con el mismísimo Sindo Garay, Adriano nos convoca a una fiesta por su onomástico, la cual promete ser uno de esos momentos de lujo que uno no se debería perder.