Los que soñamos por la oreja
En la noche del domingo pasado, como generalmente suelo hacer cuando estoy en casa, escuchaba un programa radial que realiza mi buena amiga Carlota Rodríguez. Gracias a la más reciente emisión del espacio, supe que ese día, 11 de noviembre, Vicente Feliú cumplía años. Yo había tenido noticias de un concierto que varios trovadores ofrecieron, para rendirle homenaje en su aniversario 60 y al que no pude asistir por problemas personales, pero no sabía muy bien la fecha de su nacimiento.
Así que fue una grata experiencia oír la entrevista que Carlota le realizara y en la que la guantanamera sacó del baúl de los recuerdos viejas grabaciones de Vicente, conservadas en cintas y que rara vez suelen programarse, entre otras razones por estar registradas en un soporte que ya apenas se utiliza.
Foto: Angelito Baldrich Habanero por origen, Vicente Feliú nace en 1947 y según cuenta su biografía, descubre la guitarra de la mano de su padre, quien le sembró el amor por la trova. La fecha de 1964 marca el instante en que comienza a componer canciones, oficio del que nunca más se ha desprendido. No es sorprendente, por tanto, que al constituirse el Movimiento de la Nueva Trova (MNT) en diciembre de 1972, Vicente aparezca como uno de sus fundadores.
Es de resaltar el hecho de que él no se limitó a pertenecer simplemente al MNT durante los 14 años de vida del Movimiento, sino que fue uno de sus principales organizadores y llegó a ser hasta su presidente. Esa vocación de prodigarse en lo referido a apoyar a sus colegas del arte trovadoresco, se ha puesto de manifiesto en la ayuda que Vicente ha brindado a numerosas jóvenes figuras, que han encontrado en él a una suerte de mentor o guía al empezar a hacer canciones. Entre los creadores que tuvieron dicho respaldo y que hoy son destacados trovadores, pueden mencionarse a Yhosvany Palma, Carlos Lage, Karel García y Ihosvany Bernal, entre otros.
Si uno piensa en la cantidad de años que Feliú lleva como trovador, tiene que concluir que su discografía resulta escasa. En ella se incluyen, además de intervenciones en distintas antologías de la Nueva Trova e invitaciones en álbumes de colegas, los discos personales Créeme (1978), No sé quedarme (1985), Artepoética (1990), Aurora (1995), Ansias del alba, grabado junto a su hermano Santiago Feliú (1997), Guevarianas (1997), Itinerario (1998) y Colibrí (2000).
Esa visible discontinuidad —claro está que por razones no imputables al artista— en su producción discográfica, motiva que más de una pieza que, desde mi perspectiva es fundamental en la obra del trovador, no aparezca recogida en lo que oficialmente ha editado. Por poner un ejemplo, pienso en su tema Yo soy de los que vamos, composición que cuenta con una versión hecha por Vicente y el grupo de respaldo que le acompañaba en los 80, con un extraordinario arreglo del pianista José «Pepe» Novás, instrumentista y compositor que en los últimos tiempos ha editado al menos seis fonogramas, bajo el sello Primos Productions Co.
Como compositor, creo que Vicente Feliú es el trovador más épico de su generación, autor de numerosas canciones que resultan crónicas o testimonios de su tiempo, escritas desde la visión de un pensamiento de izquierda. En cuanto a su estilo, este guarda una estrecha relación con signos distintivos de la trova tradicional, de la que es un fiel admirador y profundo conocedor. Prueba de lo anterior es su CD Colibrí, armado con clásicos de la historia trovadoresca de nuestro país y que me parece uno de los mejores fonogramas grabados por él.
Por supuesto que no faltan en su repertorio las canciones de corte amoroso, y sobresalen las dedicadas a su esposa Aurora, con la que hiciera la que de seguro él considerará su mejor obra: Aurora de los Andes, una intérprete que ha heredado la pasión por la trova. Artista que resalta por la sinceridad que impregna a cuanto lleva adelante y que logra comunicarse con las audiencias únicamente a partir de su voz y su guitarra, sin la necesidad de apelar a manidos recursos del espectáculo, en el 60 cumpleaños de Vicente Feliú sobran las razones para decirle: ¡Felicidades, trovador!