Los que soñamos por la oreja
En la historia de los trovadores en Cuba, todos han sido multifuncionales e intercambiantes en su expresión, acorde con las circunstancias. Por ende, pasan de un género (y estilo) a otro o los mezclan con el propósito de conseguir un determinado fin. Es ello un magnífico ejemplo del sentido cultural del concepto de reconversión, desarrollado por Pierre Bourdieu en su libro La distinction: Critique social du jugement.
En su debut discográfico, Ariel Cubillas (1972), se inscribe en esa tradición. A tal condición une el interés por utilizar la cancionística que él propone, como estrategia para entregarnos un discurso con su visión del mundo y dejar plasmado a través de los distintos cortes que se incluyen en el CD Ariel (publicado por la compañía sevillana OFS), un acto de resistencia cultural simbólica contra los discursos hegemónicos prevalecientes en la actualidad. Así, desde una perspectiva dialógica, los temas de Cubillas se relacionan con los problemas de nuestro tiempo, aunque la mayoría de las veces ese intenso diálogo se produzca de una manera tangencial.
Dado que Ariel Cubillas es un perfecto desconocido para muchos entre nosotros, no viene mal aportar algunos datos biográficos. Graduado de la Licenciatura en Educación Artística Musical en 1996, para su actual proyección resultó definitoria la estadía en el Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona. En esos años de estudio, compartió las aulas con figuras como el dúo Cachivache (José Luis Estrada y Eugenio Carbonell), Athanai, el compositor y arreglista Víctor Bencomo, y tuvo como primer profesor de Guitarra a Alejandro Frómeta, por entonces miembro de Superávit.
Identificado con la estética que proponían nombres del corte de los mencionados, su primer trabajo de ciertas pretensiones lo realizaría en compañía de Frómeta y Bencomo, con quienes graba como voz solista el tema María y el mar, realizado para un proyecto de la Facultad de Cine, Radio y Televisión del ISA. Fruto de aquella experiencia, Ariel y Víctor deciden asociarse y nace lo que se conoció como Carpe diem, que llegó a colocar uno que otro tema en espacios radiales como Disco Ciudad. A la par, a veces Cubillas interviene como corista en el grupo Debajo, drigido por Boris Larramendi.
Tras varios años de ejercicio de la docencia, funda el grupo 3+2 Son, cultores de la música tradicional cubana. Con dicha formación, en 1998 viaja por vez primera a España y en particular a Andalucía, aventura que después repetirá en varias ocasiones. A esa etapa es que se remontan sus vínculos con los instrumentistas Rodolfo Daranas, Orlando Cuella y Daniel Moreno, los cuales ahora resultan pilares fundamentales del disco Ariel.
Ya en lo referido a esta formidable grabación, la misma tiene como columna vertebral distintas citas pertenecientes a La Tempestad, de William Shakespeare, y que funcionan como suerte de motivación para los temas aquí compilados, entre los cuales, además de los rubricados por Cubillas, aparecen otros firmados por José Luis Medina, Alejandro Frómeta, Andy Villalón y Boris Larramendi. Tal vez, porque este CD está hecho desde la nostalgia, en él hay una reafirmación de las raíces de las que viene Ariel, por lo cual aquí se toman ritmos y giros melódicos cubanos, pero transformándolos hasta convertirlos en algo nuevo y distinto de lo precedente, tan brillante como sincero, y en cualquier caso, efectivo musicalmente.
Así, en el álbum (muy bien producido por Alejandro Frómeta), se da el intercambio entre elementos de la música tradicional de Cuba y signos de otros discursos sonoros, como algunos guiños flamencos. Excelente ejemplo de la canción cubana contemporánea, el primer disco de Ariel Cubillas es de esos que no solo hay que disfrutarlo sino también entenderlo, porque el protagonista le otorga un interés semejante tanto al referente como a la obra en sí misma. Y de hecho, logra que este sea un disco de tipo conceptual. Álbum que pretende y consigue una unidad predeterminada, transmite un sentimiento de inclusión en un imaginario colectivo que traspasa fronteras y deviene una rara avis en el actual panorama discográfico cubano. ¡Bravo por apostar por la diferencia!