Los que soñamos por la oreja
Foto: Cortesía de la página de Liuba María Hevia. La oportunidad de conocer de primera mano lo que acontece en materia cultural en el país, más allá de los límites de Ciudad de La Habana, es algo a lo que no podré renunciar. Por lo anterior, cuando el presidente de la AHS de Guantánamo, Serguei, me invitó a asistir a la trigésima edición de la Jornada de la Canción Política, no dudé en aceptar la propuesta, al margen de saber que el año pasado el viaje en guagua desde la capital hasta aquel territorio había durado 27 horas.
Por fortuna, esta vez el recorrido no demoró tanto y lo único que empañó el final de la travesía fue el hecho de que al llegar a la ciudad del Guaso, se originaron problemas en lo concerniente al hospedaje de una parte de los que concurríamos al evento, dificultades que, luego de varias horas de gestión, pudieron solucionarse.
En cuanto a la realización del encuentro —dedicado a un grupo de jóvenes fallecidos el 4 de agosto de 1957 a causa de un accidente en una fábrica clandestina de explosivos—, el mismo se caracterizó por la variedad generacional y estilística de los participantes. Aunque hubo quien me comentó que en emisiones anteriores ha habido un mayor número de artistas invitados, esta edición estuvo marcada por la alta calidad de las propuestas y porque no se limitó a «descargas» entre trovadores y dos o tres asistentes a la Casa del Joven Creador.
En Guantánamo hubo una seria programación de conciertos (uno de ellos, quizá demasiado breve), a los que concurrió un público que, tanto por su número como por el modo como recepcionó el trabajo de los creadores participantes en la Jornada, demostró avidez por disfrutar de opciones enriquecedoras del espíritu, como las que se dieron allí en los días del festival.
Las cuatro noches del encuentro, destinado también a celebrar los 20 años de vida de la AHS, permitieron escuchar las propuestas del dúo de Lien y Rey, el grupo Nubes, los trovadores Ormán Cala, Inti Santana, Rubén Léster y Ángel Quintero (respaldado por el percusionista Rodolfo Valdés Terry), Liuba María Hevia y su agrupación, así como Polito Ibáñez y su banda, la cual incluía al baterista David Suárez, en magnífica suplencia del instrumentista que cumple dicha función en el ensamble.
En el caso de Lien y Rey, ahora ellos se hacen acompañar por un par de músicos, Héctor Eduardo Herrera (clarinete, flauta y bajo) y el percusionista Dariel, que se ajustan a las necesidades expresivas del dúo y enriquecen tímbricamente una labor por demás muy atractiva en lo armónico, lo melódico y en los textos de las canciones.
Por su parte, los granmenses de Nubes han cambiado un tanto de la formación a cuarteto con la que los conocí y hoy se han convertido en una banda. Comprendo que a los músicos les van surgiendo necesidades estéticas que llevan a ir modificando la idea original con la que se comienza un proyecto, pero hay que tener cuidado para no desviarse mucho del camino y con ello, perder el rumbo. Eso es algo que Nubes debe tener en cuenta a la hora de decidir sus próximos pasos.
De la propuesta presentada por Ángel Quintero en unión del muy eficiente percusionista Valdés Terry, esta puso a los guantanameros en contacto con viejos temas de Angelito como Solamente una ventana o Alma y voluntad, y en general con una cancionística donde, junto a pinceladas humorísticas, prevalece un discurso íntimo y humano, en el que se plasman muchas de las vivencias de nuestros días.
En cuanto a las participaciones de Inti Santana, Ormán Cala y Rubén Léster, las mismas fueron en extremo reducidas y considero que en la programación se les subutilizó. Mientras tanto, los conciertos de mayor expectación en el público fueron los de Liuba María Hevia y Polito Ibáñez, quienes al presentarse hicieron un repaso por sus discografías y estrenaron algún material.
No faltó el espacio para la reflexión teórica y para algo de literatura, a cargo de galardonados con el Premio Calendario. Por último, vale un reconocimiento para quienes como Serguei, Inalvis, Niurka, Rafael y René (los dos choferes de la guagua) se esforzaron por hacer lo suyo en pro de que la Jornada mantenga el espíritu con el que nació hace 30 años.