Lecturas
Los dos hombres que traicionaron al doctor Antonio Guiteras Holmes y lo condujeron a su muerte en combate el 8 de mayo de 1935, fueron ajusticiados por miembros del movimiento guiterista organizado como Joven Cuba. Uno de ellos, Rafael Díaz Joglar, murió al ser baleado en una céntrica calle del Vedado, el 31 de diciembre de 1945. El otro, Carmelo González Arias, moriría trucidado por la bomba que le explotó entre las manos en su despacho del Distrito Naval de Cienfuegos, entonces bajo su mando, que los partidarios de Guiteras le hicieron llegar el 8 de mayo de 1936, justo un año después de los sucesos de El Morrillo.
Guiteras confió en esos hombres, pese a los informes en su contra que le llegaban. Había razones, sin embargo, para esa confianza. Díaz Joglar ingresó en la Marina de Guerra, como mecánico de segunda, y fue separado de la institución en tiempos de la dictadura de Machado. Guiteras lo repuso en sus días de secretario de Gobernación e interino de Guerra y Marina del Gobierno provisional —el llamado Gobierno de los cien días, que fueron en verdad 127— del presidente Ramón Grau San Martín. Fue sacado de la Marina en la primera restructuración de ese cuerpo dispuesta por Grau, ya presidente constitucional. Para esa fecha, Díaz Joglar era capitán.
Carmelo González entró en la Marina de Guerra en 1927. Era sargento engrasador cuando fue sacado de filas y reducido a prisión. Al caer Machado, el nuevo Gobierno se negó a reponerlo, pero Guiteras lo reincorporó e incluso le dio un ascenso. Lo conocía de la ciudad de Pinar del Río, donde el adolescente Carmelo visitaba la casa de sus tías, a menos de 50 metros de la de Guiteras y, pese a la diferencia de edad, se unía al grupo de este. El padre de Guiteras, por otra parte, fue miembro del tribunal que aprobó el ingreso de Carmelo, con 13 años de edad, en el Instituto de Segunda Enseñanza de Pinar del Río y fue posteriormente su profesor de francés.
Durante cierto tiempo, miembros de Joven Cuba siguieron los pasos del capitán Carmelo González y comenzaron a verlo como un posible colaborador hasta que la Comisión Técnica Insurreccional de dicha organización lo aprobó y Guiteras dio su conformidad. «Sería conveniente contar con la cooperación de Carmelo para salir de Cuba», comentó. Como jefe del Distrito Naval de Peñas Altas garantizaría la salida de Guiteras y su grupo a bordo del yate Amalia. Lo que hizo en verdad fue dar cuenta de lo que sucedería al jefe de la Marina, que no demoró en participárselo al coronel Batista, jefe del Estado Mayor, que sospechaba de las intenciones de Guiteras y le había advertido, por intermedio del teniente coronel Ignacio Galíndez, jefe del campamento de Columbia, que no utilizara una vía clandestina para la salida del país.El Morrillo fue construido en las márgenes del río Canímar en 1728 para evitar la penetración de corsarios y piratas. Se compone de un torreón y una casa-fuerte. En 1902 lo ocupó la Marina de Guerra, pero en 1935 solo existía allí una posta, pues la guarnición se había retirado al cuartel de Peñas Altas. Disponía de un atracadero natural algo alejado de la Carretera Central y la circunstancia de estar bajo el mando del capitán Carmelo González determinó que fuera seleccionado para la salida.
Guiteras llegó al Morrillo sobre las ocho de la noche del día 7. A las cinco de la tarde había salido de La Habana en automóvil. Lo acompañaba, entre otros, el subteniente Díaz Joglar, que aseguró a los moradores de la casa donde se refugiaba Guiteras que él y el capitán Carmelo garantizaban la integridad física del doctor.
El resto de esta historia es más o menos conocida. Carmelo y Díaz Joglar, con pretextos al parecer válidos y cada uno por su cuenta, abandonaron El Morrillo. El tiempo pasaba y la inquietud crecía, pero aún reinaba la esperanza de la llegada del yate Amalia, que los llevaría a México. Uno de los del grupo pidió a Guiteras que regresara a La Habana. Otros sugirieron irse a la ciudad de Matanzas. El capitán Santana, leal al ex secretario de Gobernación, salió en busca de comida, una ametralladora de trípode y algunos hombres de refuerzo, y Guiteras pidió a Carmelo que sacara del lugar a las dos mujeres que componían el grupo. Este prometió hacerlo, pero mas tarde. No demoró en aparecer el Ejército. Se generalizó el tiroteo y Antonio Guiteras y el venezolano Carlos Aponte cayeron en combate. Fueron, en el grupo de Guiteras, las únicas víctimas mortales.
El año criminal de 1945 cerró en Cuba con un espectacular suceso político: el ex capitán Díaz Joglar fue cazado y muerto a tiros de pistola calibre 45, cuando al timón de un camión de recogida de ropa de la tintorería de su propiedad esperaba a uno de sus empleados frente a la residencia de Benjamín Menéndez, en calle 21 entre C y D, en el Vedado, quien era presidente del Centro Asturiano de La Habana y uno de los magnates de la industria tabacalera nacional.
El sujeto había instalado una tintorería en la calle Suárez número 60, en La Habana, y su vida parecía transcurrir los cauces normales. Pero había quien recordaba su traición. Conchita Valdivieso, concejal del Ayuntamiento habanero, y una de las mujeres, junto a Xiomara O´Hallorans, presente en El Morrillo el día de los hechos, evocó en Bohemia la limpia figura de Guiteras y señaló: «Honrado hasta la miseria, no vaciló en recurrir a todos los medios para lograr el éxito feliz de la insurrección que planeaba y que hubiera realizado si la traición miserable de dos hombres, el ajusticiado Carmelo González y “Cucú” Díaz no se interpone en su camino».
Tras la muerte de Guiteras, Newton Briones (padre) no tardó en sospechar de la traición de Carmelo González y dilucidaba su verdadero papel en los hechos. Expuso sus puntos de vista ante la dirección de Joven Cuba. Sus criterios fueron debatidos y aceptados. Se acordó ajusticiar al traidor y se concluyó que quienes tomaran parte en la acción nunca podrían contarlo y mucho menos utilizarlo con fines personales. En cambo, Carmelo pensaba cómo sacar provecho de su «hazaña».
En junio de 1935, un comando de Joven Cuba comenzó a chequearlo. Tenía el capitán hábitos fijos. Se trasladaba todos los días al cuartel de Peñas Altas y a veces visitaba la aduana de Matanzas. Se pensó en seguirlo y lanzarle una granada cuando su auto se detuviera en un semáforo, pero de pronto el hombre cambió su comportamiento y el comando decidió esperar. Mientras tanto, en marzo de 1936, Carmelo, con grados de comandante, era nombrado jefe del recién creado Distrito Naval del Sur, con sede en Cienfuegos. La vida parecía sonreírle. El 3 de mayo, en la Catedral de Cienfuegos, contraía matrimonio con la hija del apoderado de Nicolás Castaño, uno de los hombres más ricos de la zona.
Se acercaba así el 8 de mayo, primer aniversario de la muerte de Antonio Guiteras. En La Habana un reducido grupo de militantes de Joven Cuba prepararon un artefacto explosivo. Se hizo con este un paquete del tamaño de una caja de tabacos dirigido al comandante Carmelo González, jefe del Distrito Naval del Sur, y con el falso remitente del Estado Mayor de la Marina de Guerra.
Sobre las diez de la mañana Carmelo recibió de manos de su ayudante la correspondencia del día y llamó su atención el paquete del tamaño de una caja de tabacos remitido supuestamente por el Estado Mayor. Se empeñó en desatar la cuerda con que iba atado y en ese momento explotó la bomba. Fue trasladado a una clínica local. Estaba vivo, pero sus lesiones eran de consideración: heridas con bordes irregulares y quemaduras en la región maleolar derecha, ambos globos oculares, la región inguinal izquierda, las dos piernas, metralla incrustada y fracturas en la mano izquierda. Había perdido dos dientes.
Esa misma tarde en un avión-ambulancia fue trasladado a La Habana a fin de internarlo en el Hospital Militar. El presidente José Agripino Barnet hacía llegar a la Marina su profundo pesar por el suceso y al día siguiente el jefe del Estado Mayor anunciaba que el comandante Carmelo González había sido relevado de su mando. Los médicos hicieron todo lo posible por salvarlo. Murió el día 17.
La dirección de Joven Cuba informaba a los miembros de la organización:
«Por la presente tenemos el gusto de notificar a ustedes que con fecha 8 de mayo del año actual se ha dado cumplimiento por la Comisión de Disciplina y Control Nacional a la penalidad impuesta por sentencia recaída contra el comandante Carmelo González Arias por los delitos de alta traición, que dio por resultado el asesinato de los compañeros Antonio Guiteras y Carlos Aponte y la prisión de un gran número de ellos, así como la pérdida de una gruesa suma de dinero y el retraso del proceso insurreccional de la Revolución Cubana…».
Fuentes: Textos de Newton Briones Montoto, Paco Ignacio Taibo II y Enrique de la Osa.