Lecturas
¿Sabía usted que la antigua provincia de Las Villas, en el centro de la Isla, fue el territorio que más nombres aportó a la presidencia de la República de Cuba entre 1902 y 1959?, ¿que no hubo ningún camagüeyano que llegara a desempeñar la primera magistratura y que tres de los que lo hicieron nacieron en el exterior?, ¿que de los presidentes de Cuba siete fueron abogados y dos médicos, y que hubo incluso un graduado de Filosofía y Letras y dos ingenieros?, ¿que los de extracción más humilde fueron los que más se amillonaron en el ejercicio del poder?
De esos y de otros temas que atañen a los mandatarios cubanos anteriores a 1959 el escribidor hablará enseguida.
En Las Villas nacieron José Miguel Gómez Gómez y su hijo Miguel Mariano Gómez Arias (ambos en Sancti Spíritus), Gerardo Machado y Morales (Camajuaní), Alberto Herrera y Franchi y Carlos Mendieta Montefur (San Antonio de las Vueltas) y Federico Laredo Bru (Remedios). Curiosamente también eran villareños Manuel Urrutia Lleó (Yaguajay) y el cienfueguero Osvaldo Dorticós Torrado, ambos abogados, que no entran en este recuento porque ocuparon la presidencia a partir de 1959. Dorticós fue el último en desempeñar tal cargo, que desapareciera en 1976, cuando la Constitución que entró en vigor entonces creó el cargo de Presidente del Consejo de Estado.
En Matanzas (Jagüey Grande) nació Mario García-Menocal y Deop. Pinareños eran Ramón Grau San Martín (La Palma) y Carlos Prío Socarrás (Bahía Honda). Carlos Hevia y de los Reyes Gavilán y Alfredo Zayas y Alfonso nacieron en La Habana; el último de ellos en el Cerro. En Oriente, Tomás Estrada Palma (Bayamo), Fulgencio Batista y Zaldívar (Banes) y Andrés Domingo y Morales del Castillo (Santiago). Nacieron en el exterior Carlos Manuel de Céspedes y Quesada (hijo del Padre de la Patria) en Nueva York, Manuel Márquez Sterling, en Lima, y José Agripino Barnet y Vinajeras, en Barcelona.
De ellos, tenían títulos de abogado Zayas, Céspedes, Miguel Mariano, Andrés Domingo, Laredo, Barnet y Prío. Menocal y Hevia eran ingenieros, graduados ambos en Estados Unidos, el primero en Cornell y el segundo, en Annapolis. Estrada Palma era graduado, en La Habana, de Filosofía y Letras, y empezó a estudiar Derecho en España, pero abandonó la carrera cuando, a la muerte de su padre, regresó a Cuba a fin de administrar el patrimonio familiar, que le confiscarían durante la Guerra de los Diez Años. Grau y Mendieta eran médicos. Grau, un excelente clínico y tisiólogo, profesor de Fisiología de la Universidad de La Habana.
José Miguel era bachiller y no hizo estudios universitarios porque, con 20 años de edad, se incorporó a las filas del Ejército Libertador durante la Guerra Grande; combatió en las tres guerras contra España. Alberto Herrera provenía de las filas del Ejército; ocupó la jefatura del Estado Mayor desde 1922 hasta 1933. Machado y Batista no superaron la enseñanza primaria. No consta en sus biografías que Márquez Sterling hiciera estudios superiores. A los 15 años ya era periodista; uno de los grandes periodistas cubanos de todos los tiempos.
De esas figuras, el de mayor edad al asumir el poder fue Barnet (71 años) y el más joven, Carlos Hevia (34). Batista alcanzó su primer mandato con 39 y se cogió el segundo con 51. Estrada Palma llegó a la presidencia con 70 años, Céspedes y Márquez Sterling con 62, Zayas, con 60 y Mendieta y Laredo con 61.
Estaban en la quinta década de sus vidas al llegar al poder Machado (54) y José Miguel (51). Grau tenía 51 años en su primer mandato y 62 en el segundo. Menocal y Miguel Mariano, 47, y Prío, 45. Urrutia llegó a la presidencia con 58 años y Dorticós con 40.
Hubo aquí presidentes constitucionales y otros que no lo fueron, y hubo también quienes ocuparon con carácter provisional la jefatura de la nación. Entre los primeros, Prío no llegó a completar su mandato de cuatro años para el que lo eligieron en 1948 porque se lo impidió el golpe de Estado de Batista en el 52. Tampoco Miguel Mariano completó su mandato, juzgado y destituido por el Senado siete meses después de su toma de posesión, en 1936. Estrada Palma, García-Menocal y Machado se hicieron reelegir y las consecuencias fueron terribles. El primero, se vio obligado a renunciar; dejó acéfala la República y provocó la segunda intervención militar norteamericana. Menocal, aunque retuvo el poder hasta el final, provocó con su reelección la llamada guerrita de La Chambelona, y Machado fue derrocado por una revolución.
De los mandatarios provisionales, Céspedes duró 23 días en el cargo, y Grau en su primer mandato (1933-34) algo más de cien. Su sustituto, Carlos Hevia, fue presidente entre el 14 y el 18 de enero de 1934, y Carlos Mendieta lo fue entre ese día y el 12 de diciembre del año siguiente, cuando cedió paso a Barnet, que ocupó el cargo hasta el 20 de mayo de 1936. Andrés Domingo fue, al amparo de Batista, presidente entre agosto del 54 y febrero del 55. Laredo Bru ocupó la magistratura al ocurrir la destitución de Miguel Mariano; su mandato, por tanto, tampoco fue completo.
De los presidentes breves, los brevísimos fueron el general Alberto Herrera y el periodista Manuel Márquez Sterling. Herrera sustituyó a Machado el 11 de agosto de 1933 y, siguiendo instrucciones del Embajador norteamericano, traspasó a Céspedes al día siguiente, el 12. Márquez Sterling duró menos. Como secretario de Estado y, por tanto, sustituto del Presidente, juró el cargo, a la luz de una vela, al filo de las seis de la mañana del 18 de enero del 34, en la habitación 412 del Hotel Nacional de Cuba, y lo soltó a las 12 del propio día. La República estaba acéfala por la renuncia de Hevia y don Manuel ocupó la presidencia hasta que fue asumida por Mendieta, impuesto por el coronel Batista.
A diferencia de José Miguel, Miguel Mariano, Mendieta… que nacieron en cuna rica, Machado tuvo un origen muy humilde; trabajó como obrero agrícola. Batista cortó caña y fue retranquero de los ferrocarriles hasta que se metió a soldado, que era una carrera para los pobres, y se dice que Prío llegó a asistir a la Universidad con los pantalones remendados. Los tres se enriquecieron.
A Machado le apodaban El Mocho porque perdió dos dedos de su mano izquierda cuando trabajaba como carnicero. A José Miguel lo apodaron Tiburón, por lo que mordía, y a Menocal, El Mayoral porque fomentó y administró el central azucarero Chaparra, de propiedad norteamericana. A Zayas le decían El Pesetero porque se conformaba con poco siempre que las monedas no dejaran de caerle en el bolsillo. Hizo un pacto secreto con Menocal, su antiguo enemigo, para traspasarle la presidencia en 1925, pero llegado el momento transó con Machado a cambio de cinco millones de pesos que con la garantía de Falla Gutiérrez, el hombre más rico de la Cuba de entonces, recibiría por cuotas a través de la Renta de la Lotería Nacional. Por cierto, Zayas recibió en 1913 la encomienda de escribir una historia de Cuba y la República le pagó por esa tarea un salario de 500 pesos mensuales hasta su muerte, en 1934. No parece que escribiera una sola línea si bien, tras su fallecimiento, María Jaén, su viuda, donó al Archivo Nacional la copiosa y valiosa papelería que el expresidente había acumulado con tal fin.
Volviendo a lo de los apodos, Grau fue El Viejo, en atención a su edad y por lo enrevesado y repetitivo de su oratoria, El Divino Galimatías. Mendieta era El Solitario de Cunagua, y a Batista, ávido de una popularidad que nunca tuvo, debía resultarle grato oírse llamar El Indio o El Guajirito de Banes.
Esos presidentes estaban casados, menos Grau, solterón empedernido. Sus amores, platónicos o aristotélicos, con una enfermera norteamericana transcurrieron en secreto desde 1932 a 1965. Dos de esos mandatarios contrajeron matrimonio con extranjeras. Céspedes con la italiana Laura Bertini, y Estrada Palma con Genoveva Guardiola, a la que pescó cuando fue director de Correos de Honduras y Genoveva era la hija del Presidente hondureño. De las Primeras Damas, la más bella fue sin duda Mary Tarrero, la mujer de Carlos Prío. América Arias, doña América como se le llamaba, esposa de José Miguel y madre de Miguel Mariano, fue una gran señora, respetada por todos; se curtió como mensajera del Ejército Libertador en los días de la Guerra de Independencia. Mariana Seba de Menocal compraba en París collares que no podía darse el lujo de adquirir Victoria Eugenia, la esposa de Alfonso XIII, rey de España. La más humilde fue Genoveva que, sentada en una comadrita, zurcía en un balcón de Palacio los calcetines del marido que, por otra parte, solo tenía tres trajes. Se dice que en días de recepciones y banquetes, Estrada Palma y Genoveva se sentaban con Prudencia, el cocinero, para ajustar el presupuesto porque «en Palacio nada podía faltar, pero nada debía sobrar». El presidente más manirroto fue Menocal. La prensa británica, en 1969, proclamaba a Batista el hombre más rico de España, mientras que Prío, en Miami, se declaraba pobre de solemnidad. Grau, en La Habana, disfrutó durante sus últimos años de la pensión de 500 pesos mensuales que le otorgó el Gobierno Revolucionario. El hombre que en la Causa 82 se vio vinculado a la malversación de 174 millones de pesos, no tenía un centavo.
Márquez Sterling murió, en 1934, en Washington, donde se desempeñaba como embajador de Cuba. Machado falleció en Miami, en marzo de 1939. En los años 40 el Congreso de la República dispuso que sus restos nunca pudieran ser traídos a Cuba. En calidad de exiliados, fallecieron también en Estados Unidos Carlos Hevia y Carlos Prío, que se suicidó en 1977. Los tres fueron inhumados en el mismo cementerio miamense. Falleció también en Miami, en 1979, Andrés Domingo. Mendieta falleció en La Habana, en 1960, y Grau, también en esta capital, en 1969. Batista murió de un infarto en España en 1973 y está enterrado en Madrid. Urrutia murió en Estados Unidos. Dorticós se suicidó en La Habana, y está enterrado en Cienfuegos. El escribidor dejó fuera de esta relación a Carlos Modesto Piedra y Piedra, que falleció en La Habana, en 1988. Fue designado presidente provisional de la República por la junta de Columbia a la caída de Batista, pero no llegó a ocupar el cargo en propiedad porque la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo se negó a tomarle juramento.