Lecturas
Dos interesantes materiales me llegaron en estos días. Uno es el cuaderno titulado La guía del transeúnte en la ciudad de La Habana, que me remite el lector Eligio A. Álvarez, de Quivicán. El otro, que me envía mi viejo amigo y colaborador Ismael Pérez Gutiérrez, es La lista, anuario de la Renta Nacional de Lotería correspondiente a 1956.
La guía del transeúnte… fue escrita y publicada en 1959 por Evaristo Villegas Rodríguez. Es de esos materiales que, hasta donde sé, no han vuelto a hacerse, pese a su utilidad, si bien es cierto, como expresa Eligio A. Álvarez en la carta que acompaña el envío, que la revista Opina acometió en los años 80 del siglo pasado un intento parecido aunque no del mismo alcance.
¿Cuál es el contenido de este cuaderno de escasas 60 páginas y letra menuda y apretada? Precisamente eso. Una guía. Un directorio. Un callejero, pudiéramos decir, que compendía aquellos lugares públicos y privados cuya dirección, por una razón u otra, la población debe o quiere tener a la mano, tales como cuarteles de bomberos, estaciones de policía, juzgados, mercados, hospitales, dispensarios médicos, clínicas veterinarias y otros centros asistenciales, así como ministerios y otras instituciones y establecimientos de servicio.
Claro que esa información podría obtenerse en un directorio telefónico. Lo que hace novedosa La guía del transeúnte en la ciudad de La Habana, de Evaristo Villegas, es no solo la forma rápida y directa con que pone a la mano del interesado el dato que busca, sino que en cada uno de los sitios que menciona consigna la ruta de ómnibus que lo lleva o lo acerca al lugar.
Digamos. Casa de Socorro; Primer Distrito: Corrales entre Zulueta y Economía. Rutas 5, 6, 8, 18, 24 y 32. Autobuses V2, M2, CL, L2, U4 y F2. Hospital Las Ánimas: Benjumeda entre Desagüe y Santo Tomas. Rutas 5, 10, 14 y 18. Autobuses V7, L4, C3 y M7. Policía Secreta: Reina, 402 esquina a Escobar. Rutas 4, 6, 19, 22 y 58. Autobuses C5, M6, M4 e I4. Agencia de Colocaciones La Americana: 23, 407, Vedado. Rutas 2, 9, 10, 22, 23, 28 y 30. Autobuses: U4, V7 y F2...
A modo de aclaración para los más jóvenes, vale decir que en esa fecha —y aun después— el transporte público de pasajeros contaba en La Habana con dos grandes empresas: la Cooperativa de Ómnibus Aliados (COA), que disponía de vehículos marca General Motors, norteamericanos, que se identificaban solo por números, y los Autobuses Modernos, marca Leyland, de fabricación británica, marcados con letras y números. La COA, entidad privada en forma de cooperativa de los propietarios de las diferentes rutas, era la mayor de las dos firmas. Contaba con más de 12 000 obreros y empleados y 1 800 carros. Percibía el 75 por ciento de los gastos del transporte urbano de la población, con recaudaciones superiores a los 24 millones de pesos anuales. Operando en lo fundamental solo en la capital del país, cubría el 70 por ciento del transporte de pasajeros de la República. Los vehículos de los Autobuses Modernos fueron los sustitutos de los tranvías. Los primeros de estos que llegaron a Cuba se habían utilizado como transporte de tropas durante la Segunda Guerra Mundial. Estaban pintados de blanco y la población les llamó, jocosamente, «las enfermeras».
Mucho cambiaron las direcciones de los ministerios desde la publicación de La guía del transeúnte en la ciudad de La Habana, sin contar que ahora hay más ministerios que entonces. Casi todas esas dependencias del Gobierno se ubicaban en aquel momento en La Habana Vieja, como el de Comercio, en Teniente Rey y Mercaderes; Educación, en Muralla y Oficios; Salubridad, en Belascoaín y Estrella; Trabajo, en Monte y Egido, y Estado, en Capdevila número 6. El Ministerio de Gobernación (Interior) se hallaba entonces en el antiguo Colegio de Belén, en Compostela y Luz; Justicia, en Belascoaín y Desagüe; Hacienda, en Obispo y Cuba; Obras Públicas, en Cuba y Sol, y un ya inexistente Ministerio de Defensa Nacional, en Monserrate y Empedrado. El Ministerio de Agricultura ocupaba en esa época el edificio que es sede hoy del Ministerio de Trabajo, en la Rampa habanera, y el de Comunicaciones radicaba donde mismo radica hoy, en el entonces recién estrenado Palacio de las Comunicaciones en la Plaza Cívica, llamada también de la República, actual Plaza de la Revolución José Martí. Olvidó el autor de la guía incluir en su recuento el Ministerio de Recuperación de Bienes Malversados, que ya existía en la fecha de su publicación y que abría sus puertas, me parece recordar, en el Capitolio.
Funcionaban en La Habana de entonces 19 estaciones de Policía Nacional, que tenía su jefatura en la calle Cuba esquina a Chacón. La Policía Judicial tenía su sede en el Colegio de Belén y la Policía Marítima en el Muelle de Santa Clara. Además de la ya mencionada Policía Secreta, había una Policía Jurada del Mercado Único. El cuartel maestre radicaba en Salud y Aramburu, donde se localizaba asimismo la Sexta Estación. El hospital de ese cuerpo armado estaba en Oquendo y Estrella, y el Departamento de Tránsito, frente a la Plazoleta de Agua Dulce. En Cuba y Chacón funcionaba también la Primera Estación de Policía, mientras que el Buró de Investigaciones se ubicaba en 23 esquina a 32. Numerosos jóvenes antibatistianos fueron torturados y asesinados en ese castillejo de cercas exteriores electrificadas, según se decía. Fue demolido poco después del triunfo de la Revolución, cuando dejaron de funcionar como tales estaciones tipo la Quinta, en Belascoaín y Figuras, predio predilecto del tenebroso teniente coronel Esteban Ventura Novo.
Acrecentaba la utilidad de esta guía la relación pormenorizada de los recorridos de los ómnibus de la COA, así como la consignación de los puntos de salida y llegada de los ómnibus interurbanos. La Terminal de Ómnibus era el paradero de los vehículos de las empresas Santiago-Habana, Especiales de Cárdenas, Únicos de Cárdenas, Flecha de Oro, La Estrella del Sur y Transporte Menéndez, entre otras líneas interprovinciales. Los Especiales de Cárdenas tenían una subagencia en Teniente Rey 557, y los Únicos de Cárdenas, en Teniente Rey y Prado. El Transporte Menéndez también efectuaba salidas desde la calle N número 266, y Santiago Habana, desde Avenida de Bélgica 495.
Sorprende, por la época en que fuera impresa y distribuida, que La guía del transeúnte en la ciudad de La Habana no inserte en sus páginas anuncios que bien hubieran costeado la edición del cuaderno o hubieran ayudado a hacerlo mayor y más llamativo. En realidad solo dos tienen cabida en esta: el de su autor, que se anuncia como corbatero modelista, especialista en estrechar corbatas y en lavarlas, con servicio a domicilio, y el de la casa impresora de González, en la calle Águila. Lleva, sí, en la contracubierta, con las mismas letras verdes de la portada, un lema muy en boga en la época. Dice: «Consuma productos cubanos» y más abajo expresa: «Ayude a la Reforma Agraria».
Sí los tiene La lista, anuario de la Renta de la Lotería Nacional correspondiente a 1956. Por esos anuncios nos enteramos de que la Billetería Nacional se ubicaba en «La esquina del dinero», en San Rafael y Amistad, y que Obispo y Villegas, donde se hallaba la billetería de Menéndez, es «La esquina de la suerte». Tanto una como la otra, al igual que la billetería Sevilla, en el hotel de ese nombre, y la billetería Mercantil Nacional, en San José y Zulueta —en los bajos del Centro Asturiano, hoy salas europeas del Museo Nacional— se proclamaban en sus promociones como las que más billetes premiados habían vendido. «Muchos millones de pesos en premios distribuidos entre nuestros clientes…», dice la Billetería Nacional en su anuncio, mientras que Menéndez, «la casa que más premios da» afirma que «nuestra popularidad está basada en lo que constituye nuestro legítimo orgullo: repartir un millón de pesos todos los sábados durante los 15 años de establecidos en Obispo y Villegas».
Cesada la soberanía española, el Gobierno interventor norteamericano suspendió en Cuba los sorteos de la lotería, cuyas ganancias, durante un siglo o más, enriquecieron las arcas del Tesoro español. Se reanudaron, ya en la República, durante el mandato de José Miguel Gómez, el 10 de septiembre de 1909. En ese sorteo fue el 10 967 el número premiado con el gordo. Como una curiosidad, La lista incluye la relación de números agraciados con el primero, segundo y tercer premios de la Lotería Nacional hasta 1955. Casi todas las cifras distinguidas son de cinco dígitos. Pocas tienen cuatro, y muy pocas, poquísimas, son de tres. Las de dos dígitos son excepcionales. Setenta fue el número premiado con el gordo en el sorteo del 31 de diciembre de 1921. En noviembre de 1920 hubo tres sorteos suspendidos.
Transcurría entonces la presidencia de Alfredo Zayas. «El pesetero», como era conocido este mandatario, llegó al poder por el Partido Popular, el llamado Partido de los Cuatro Gatos, conocido así por lo raquítico de su membresía. Se dice y se ha repetido hasta el cansancio que en tiempos de Zayas el gordo cayó en Palacio al salir premiado el 4 444 (los cuatro gatos, pues cuatro es gato en la charada china). Solo que —y aquí viene lo interesante— ese número no aparece en la relación de premiados entre el 20 de mayo de 1921 y el 20 de mayo de 1925, período durante el que Zayas ocupó el poder.
La charada china no era la única que se jugaba en Cuba, aunque parece haber sido la más extendida. Seis había hasta 1959, pues a esa se sumaban la india, la americana, la cubana, la hindú y otra más que llevaba el nombre de Matanzas. Los números diferían de una a otra. Uno es «caballo» en la china, y también en la hindú. Es «sol» en la india, y «camello» en la americana, «tintero» en la cubana, y «pescado chico» en Matanzas. Cuatro —como ya se dijo— es «gato» en la china. Pero es «soldado» en la india y «vela» en la americana; «llave» en la cubana y «militar» en la hindú, en tanto que es «pavo real» en Matanzas.
La lista trae las seis charadas y el significado de los cien números que conforman cada una de estas. De manera especial inserta asimismo todos los significados de cada uno de los números de la charada china. Así, 24 no es solo «paloma». Es también «música, carpintero, cocina y pescado grande». El 28 es «chivo», y también «bandera, político, uvas y perro chico», en tanto que 62 es «matrimonio» y además «nieve, lámpara, visión, academia y carretilla».
Completan este cuaderno los meses en que suelen salir cada uno de los números de la charada, y versos que marcaron hitos memorables en su devenir y el número que les correspondió, como aquel de «Un candelón que nadie lo apaga», y tiraron el cuatro. O aquel otro de «Un sabio que no adivina», y salió el 22, «sapo».