Látigo y cascabel
Si una manifestación cultural permite conocer las costumbres, tradiciones y riqueza expresiva de la cultura popular, esa es la artesanía. Apreciada por muchos y subestimada en ocasiones por quienes la consideran un arte menor, esta antiquísima manera de crear ha llegado hasta nuestros días como una forma de expresión de lo más genuino y auténtico de cada pueblo, pero también como una alternativa para solucionar necesidades básicas del ser humano.
La celebración de las ferias internacionales de artesanía constituye una de las vías más efectivas para potenciar su desarrollo y acercar al público a ella. A Fiart, la más prestigiosa de las que se celebran en Cuba, acuden cientos de personas en busca de algún objeto utilitario, afín a su gusto y a su economía. Superando expectativas, pero dejando también algunos sinsabores, hoy cierra en La Cabaña esta fiesta de los pueblos, la cual contó con producciones a la altura de lo mejor del mundo, que bien pueden ser exportadas o sustituir importaciones.
Un elemento distintivo de Fiart 2013 fue la articulación con el diseño y la calidad de las propuestas. Prevaleció también el rigor en la selección de las obras participantes. En bisutería, por ejemplo, se logró dejar fuera el carnaval de aretes, pulseras y collares sin ningún valor artístico que se vendían, por cantidades, atentando contra la percepción estética del público.
En madera, vidrio, cuero, textil, cerámica y orfebrería se apreció un salto considerable en cuanto a diseño y terminación de los productos, lo cual no quiere decir que sea así en todos los casos. No cabe dudas de que a los artesanos participantes en Fiart 2013 les sobra oficio y talento, pero no todos han logrado adueñarse completamente del proceso de configuración mental que debe anteceder a una obra creativa.
Hay también en esa feria (y en eso se debe ser más rigurosos) objetos procedentes de procesos industriales de bajo costo que se venden bajo el disfraz de «artesanías». Sobresale igualmente la presencia de stands con producciones industriales en grandes series que, de insistir en mantenerlas en un evento de esta índole, deberían formar parte de una expoventa colateral, de modo que deje de mezclarse lo artesanal con lo industrial.
Pienso que se debe profundizar más en las esencias de lo que significa celebrar una feria artesanal, sin dejarse engatusar por el avance de una cultura hegemónica que pretende diluirnos y transformarnos en meros consumidores.
Otro factor que atentó contra el desarrollo de Fiart 2013 (se trabajó en pos de la excelencia) fue la sede elegida. No existe en La Cabaña una infraestructura ferial que dé cabida a una expoventa de arte, pues esa instalación carece de la iluminación necesaria para apreciar una obra artística.
La pésima señalización y la falta de identificación de los principales productores incidió, además, de modo negativo. El público asistente no tuvo otra alternativa que recorrer bóveda tras bóveda, sin saber dónde encontrar lo que estaba buscando.
Del mismo modo y a diferencia de lo que aconteció en la edición de 2012, muchos stands carecieron de una adecuada visualidad, pues al aumentarse el costo de alquiler del espacio, un gran número de expositores optó por no invertir en el diseño.
¿Y qué decir de los precios? Siguen estando muy por encima de la media del cubano. El artesano se queja de que le cobran cada vez más caro el espacio del stand, el Fondo Cubano de Bienes Culturales dice que tiene que pagar el alquiler de la instalación donde se hace la Feria, y esta última… ¿quién le pone el cascabel al gato?
No obstante, Fiart se reafirma y demuestra la posibilidad de proyectarnos hacia objetivos superiores en cuanto a la producción y creación artísticas. Fiart ha demostrado su «capacidad de expandirse, mezclar posibilidades creativas y combinar exhibición reposada con festividad abierta», como expresó el maestro López Oliva. Cultivarla bajo el precepto de que cada pieza que se exhiba en ella se distinga por la originalidad de su diseño y sea símbolo de tradición y arraigo de lo más autóctono de cada región, es potenciar el auge de una cultura defensora de sus orígenes.