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Nada nuevo bajo el sol del espionaje casero de Estados Unidos. Pero esta vez se metieron en terreno pantanoso, y a pesar de que es habitual que el presidente de turno —en este caso Barack Obama— y sus secretarios de Gobierno se la pasen apuntando con dedo acusatorio hacia otras naciones para exigirles no violar la llamada libertad de prensa y de expresión, resulta que ahora están sentados en el banquillo, y verdaderamente son culpables.
Y los republicanos, cuyo último presidente, George W. Bush, el hijo, puso en vigor la más completa legislación de Estado policiaco con la Patriot Act, o Ley Patriota, amparado en la guerra infinita contra el terrorismo, se dan ahora golpes de pecho y piden la dimisión del secretario de Justicia, Eric Holder, por haber violado la libertad de prensa y la Constitución.
Santo y seña: se ha destapado todo un escándalo tras conocerse que ese Departamento registró o espió una veintena de teléfonos de reporteros y oficinas de la principal agencia de noticias estadounidenses, y la mayor del mundo, la Associated Press (AP), en Nueva York, Washington y Harford.
El espíritu de Watergate vaga otra vez por Washington DC, solo que con un cambio de color, cuando los demócratas pasan a ser los victimarios. En aquel entonces, los «plomeros» eran mercenarios de origen cubano —terroristas por más señas— al servicio republicano espiando al Comité Nacional Demócrata. Ahora, hipócritamente salen a la luz declaraciones, como la de Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano:
«La libertad de prensa es un derecho esencial de una sociedad libre»… «Holder, autorizando a su Departamento a espiar a los periodistas de la AP, ha violado la Primera Enmienda, faltando a su juramento sobre la Constitución», aseveró Priebus.
Resulta que el Departamento de Holder quería conocer cómo y quién había filtrado a la AP una acción investigativa antiterrorista de la CIA que había tenido lugar en Yemen en 2012, concretamente sobre un plan de Al Qaeda para colocar una bomba en un avión dirigido a Estados Unidos. La información de la AP sobre el tema tiene fecha del 7 de mayo de 2012.
Y ardió Troya. Ahora el dime y direte hace ola, y uno y otros se pasan la papa caliente. Por ejemplo, Jay Carney, portavoz presidencial, dijo en rueda de prensa este martes que el presidente Obama se enteró el lunes —por los medios— de las denuncias. «El Presidente cree en la libertad de prensa, pero también en la necesidad de proteger la seguridad nacional y evitar la filtración de información secreta que pueda dañar la seguridad nacional», dijo Carney, enlazando la ambigüedad con una perfecta conjunción adversativa.
«Cualquier comentario de nuestra parte es inapropiado en este momento»… El Presidente, acotó el vocero como para que nadie se equivoque, «cree que debe haber un equilibrio entre ese derecho fundamental de nuestra democracia, el ejercicio sin restricciones de la labor de los periodistas, y la obligación de proteger la seguridad nacional».
A su vez, el fiscal general Eric Holder, según un comunicado del Departamento de Justicia, se hizo a un lado con un procedimiento de recusación, porque él había sido entrevistado en relación con una investigación gubernamental sobre el mencionado artículo de la AP.
Así que para dejar clara su «inocencia», la declaración del Secretario de Justicia agrega que le había asignado el caso de los registros telefónicos al subsecretario del Departamento, Jim Cole, con lo que su «vice» parece haber ganado ya el papel de cabeza de turco en el incidente que, el presidente y director general de la AP, Gary Pruitt, ha calificado de «intromisión descomunal y sin precedentes».
El asunto se mueve también en el Capitolio y puede que tenga cola en un debate congresional donde las fuerzas están divididas con un Senado dominado por demócratas y una Cámara controlada por los republicanos.
El presidente del Comité Judicial del Senado, Patrick Leahy, dijo este martes que está «muy preocupado» por las acusaciones. Por su parte, el republicano Robert Goodlatte, presidente del Comité Judicial de la Cámara, va a pedir respuestas a Holder en la audiencia que tiene programada para el viernes y en la que debe comparecer Eric Holder.
Esto pudiera ser la punta de un iceberg o la primera vuelta a la llave de la Caja de Pandora. Por ahora, algunos esconden la cabeza como el avestruz.