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«Lo siento, Dude, no puedo respirar, no puedo respirar»… Gritó por ayuda, clamó por su papá, y se quejó de que no podía respirar, hasta que hizo silencio. Thomas Kelly, de 37 años de edad, era un homeless esquizofrénico que fue apaleado brutalmente y taseado por la policía a la salida del Fullerton Transportation Center, una estación de ómnibus en el condado de Orange. Murió cinco días después en la sala de cuidados intensivos de un hospital, sin recobrar el conocimiento.
Sucedió el 5 de julio de 2011, ahora, en mayo de 2012, Walter Schwarm, juez de distrito de California, trata de hacer justicia y tras dos horas de escuchar argumentos tanto de los abogados fiscales como de la defensa y dos y medio días de testimonios, ha ordenado que sean llevados a juicio dos agentes policiacos bajo el cargo de homicidio, con las pruebas que aportan 33 minutos de video tomados por una cámara de vigilancia y las imágenes de teléfonos celulares de transeúntes.
Ambos acusados están libres bajo fianza: el oficial Manuel Anthony Ramos, tras depositar un millón de dólares, debe presentarse el 22 de mayo ante el juez de la Corte Superior Craig Robison para la selección del jurado, y pudiera ser condenado a pena de entre 15 años y perpetua si es encontrado culpable de homicidio en segundo grado y asesinato involuntario. También hay evidencia suficiente para procesar a Jay Patrick Cincinelli por muerte involuntaria y excesivo uso de la fuerza bajo su condición de autoridad, su fianza es de 25 000 dólares y pudiera ser condenado a cuatro años en prisión.
Lo que parecía una operación de rutina se transformó en un crimen cuando Ramos, al negarse Thomas Kelly —que estaba sentado en el piso— a darle su nombre, le mostró su puño enguantado con látex y le dijo amenazante: «¿Ves estos puños?... Están listos para joderte», y a su petición de «ayuda» acudieron otros seis policías, cuando ya él estaba golpeando al infeliz sin casa, a quien le aplicaron la corriente de la pistola taser, además de golpearle la cara con ella, y Cincinelli añadió su enorme peso sobre el pecho del infortunado.
La barbarie no requiere de mucho comentario. Esta es una forma pública de tortura que la policía estadounidense aplica por igual contra delincuentes o mendigos o manifestantes, en sus propias calles, y que los militares utilizan contra pueblos invadidos y ocupados, o la CIA en sus cárceles secretas o aquellas conocidas pero cerradas al escrutinio público. Por lo general, ninguno va a juicio y pocos son condenados.
Las fotos de Thomas Kelly, antes y después, hablan por sí solas.