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Se lanzó al ruedo como era de suponer, aunque esta vez hay más de una diferencia con su anterior campaña presidencial, cuando obtuvo una base juvenil y popular que creyó y apoyó aquel mensaje de «Se puede» que prometía cambios, y fue dándole —en «puñaditos» de dólares— buena parte de los 750 millones que le permitieron capturar finalmente la Casa Blanca.
Barack Obama anunció el primer lunes de abril que quiere repetir y se postula para 2012; y solo para rememorar la táctica que le valió el triunfo de 2008, lo hizo por una avalancha de correos electrónicos, mensajes de textos y un video en su página web. Pero nada de pequeños donativos para cimentar el cuantioso capital que costó aquella campaña, ahora va por nada menos que mil millones de dólares. No quiere muchos sobresaltos y sí el suficiente dinero que le garantice la victoria frente a quien sea su opositor en el Partido Republicano.
Como es de suponer, la plata le vendrá en jugosos cheques de los que sí pueden y han sido sus verdaderos protegidos en el par de años de gobierno, durante los cuales no solo mantuvo las guerras bushianas de Iraq y Afganistán, sino que incrementó la del país centroasiático y, más aún, se fabricó la suya en Libia, buena carta de aval para los de la industria bélica y la energética, siempre en busca de los mayores bolsones de petróleo.
Así que el pase del cepillo comenzó en un famoso restaurante de Nueva York con una comida de 39 800 dólares el cubierto, y recaudó millón y medio para el Comité Demócrata Nacional, porque se trata también de mantener el Senado a su favor y recuperar la enorme pérdida de la Cámara de Representantes.
Sus declaraciones fueron categóricas y de total confianza: «Yo no podría hacer lo que hago… si yo no supiera que tengo… una gran cantidad de amigos apoyándome». Comentarios en el sitio web Commondreams.org dejaban claro a los «amigos»: General Electric, Goldman Sachs, Bank of America, Citibank, Wall Street, toda una lista que pudiera tener muchos más nombres de los poderosos consorcios del imperio, con sus hombres bien dispuestos en las asesorías y cargos claves de la Casa Blanca.
Ciertamente, Obama se opuso el año pasado a una decisión de la Corte Suprema que levantaba las restricciones a los aportes financieros de las corporaciones y los gremios a las campañas electorales, y ahora le viene como anillo al dedo.
Es verdad que la recesión en Estados Unidos comienza ya a ceder cuando se inicia la carrera por el trono y los curules del resto de las damas y caballeros de la corte imperial, por eso quienes tienen las arcas llenas son regalones en el despilfarro de las campañas. Y el dinero va por ese camino de despilfarro, en el que no se resuelven los verdaderos problemas de la sociedad, sino que se compra a los «servidores públicos» para que gobiernen según el dictado del gran capital.
Mientras tanto, el desempleo está bien afincado en el complicado panorama social estadounidense, donde como agravante, gobernadores de la derecha legislan impune e irresponsablemente contra los trabajadores cuando la cifra oficial de los norteamericanos sin trabajo está en los 13,5 millones (9,4 por ciento), pero analistas serios lo ubican en no menos de 25 millones de personas (17 por ciento de la población laboral).
Ante esta situación, y abriéndose ya las puertas de la contienda electoral, nos remitimos a un comentario que leímos en un foro de discusión sobre el tema de escoger entre un demócrata y un republicano para dirigir la orquesta: «Es como escoger entre Pepsi o Coke, la misma basura de refresco»… Ellos sabrán de qué hablan.