Inter-nos
Muy, pero que muy difícil entender el mundo de hoy, las relaciones internacionales, los pormenores de la diplomacia, los discursos que exigen a otros libertad de expresión y tolerancia, la incoherencia de quienes allá dicen «digo» y acullá saltan para «Diego».
El lunes en Ginebra, una veintena de países asistentes a la Conferencia que revisa los acuerdos de la primera reunión de ONU contra el racismo, que tuvo lugar en Durban en 2001, se levantó en masa y dejó al presidente iraní con la palabra en la boca, todo porque calificó a Israel de «régimen racista, cruel y represivo» contra los palestinos y unas cuantas cosas más...
Que fueron duras las palabras empleadas por el presidente iraní, cierto, pero son verdades como templos.
Una ola no muy numerosa, pero sí poderosa, de opiniones críticas recorrió el mundo a lomo de las agencias de prensa, cajas de resonancia de todo lo que se habla en ciertas capitales del Occidente civilizado. Altos funcionarios de la ONU se sintieron también «disgustados» con el discurso de Ahmadineyad.
Pregunto: ¿Qué es más ofensivo a la dignidad humana, una dura oratoria crítica o las acciones de la barbarie?
Exactamente tres meses antes, el 20 de enero de este 2009, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, entró por el cruce de Erez a la Franja costera palestina, a la Ciudad de Gaza, recorrió las zonas devastadas por 22 días de despiadados bombardeos aéreos, navales y terrestres de Israel, visitó la sede local y varias escuelas de la organización internacional que dirige, blancos también de los ataques y —probablemente espantado— demandó una investigación.
Entonces consideró «desgarradora» y «alarmante» la situación humanitaria en Gaza, conceptuó de «inaceptables» los ataques israelíes contra las sedes de su organización, calificó de «vergonzosa» la actuación de Tel Aviv durante la operación Plomo fundido, con que pretendían terminar con la organización palestina Hamas, y se mostró «profundamente apesadumbrado» por la destrucción que pudo observar.
Entonces, un oficial israelí citado por el diario Maariv se lamentaba por no haber cumplido un propósito: «Si hubiera dependido de las tropas, habríamos arado con excavadoras el centro de la ciudad de Gaza». Lo intentaron concienzudamente, pues cuando la presión internacional los obligó a un cese de las hostilidades, habían destruido o dañado seriamente el 15 por ciento de las 25 000 viviendas palestinas y bajo el fuego israelí habían muerto 1 434 palestinos, de ellos 960 civiles, frente a 13 muertos por parte de Israel, según datos del relator de la ONU sobre los derechos humanos en los territorios palestinos ocupados, Richard Falk.
Ese promedio, dijo el experto citado por la agencia de prensa de la ONU, muestra la desigualdad del encuentro militar y ofrece razones para cuestionar la legalidad de un asalto militar contra una sociedad esencialmente indefensa.
Entonces, Ahmad Fawzi, un portavoz de Ban Ki-moon citado por la agencia de prensa de la ONU señaló: «El Secretario General ha expresado su solidaridad con el pueblo de Gaza que ha sufrido mucho en las últimas semanas y con los miembros de la ONU que continuaron heroicamente para dar asistencia a pesar de las dificultades».
En la conferencia de prensa que dio en la propia sede de la ONU atacada por tanques israelíes que penetraron en la ciudad de Gaza, el titular manifestó: «Estoy simplemente horrorizado. No soy capaz de describir cómo me siento en este lugar»... «Estoy profundamente apenado de lo que he visto hoy»... «He condenado al comienzo del conflicto el excesivo uso de la fuerza por parte de las fuerzas israelíes en Gaza», y también consideró como completamente inaceptables los ataques con cohetes por parte de las milicias palestinas contra Israel.
¿Cuál es entonces, el disgusto por lo que dijo el Presidente iraní, cuando no son pocos los que en este mundo consideran que las violaciones del derecho humanitario internacional cometidas por Israel pueden constituir crímenes de guerra y deben ser juzgadas? Pero, ¿lo harán? No parecen muy interesados en la justicia quienes dieron la espalda a la reunión mundial de Ginebra.