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A los de cuello blanco también les llega su hora. A fin de cuentas solo son empleados, aunque jueguen con el dinero de otros, lo hagan crecer, y aumenten los capitales, casi siempre a costa de acogotar a millones. Y si la burbuja financiera comienza a desinflarse, o estalla, los ricos casi ni lo sienten, pero ellos van para la calle.
Una noticia ha sorprendido este martes: la fuerte caída del mercado inmobiliario de Estados Unidos generó un aumento de los despidos nada menos que en las empresas del sector financiero. En lo que va de año, 87 962 puestos de trabajo se han perdido, un 75 por ciento más que los 50 327 despidos anunciados en 2006, dijo un informe de la empresa consultora Challeger, Gray & Christmas Inc.
La alarma sonó, y no fue la campanita feliz que acostumbra dar inicio a la jornada especulativa de compra y venta de acciones en la Bolsa de Nueva York. Casi un cuarto de esas cesantías fueron anunciadas en este mes de agosto, y de seguro aumentó los calores del verano o enfrió precipitadamente a muchos cuando supieron que ya no tenían trabajo.
El 41 por ciento de esos despidos están relacionados con los problemas del mercado hipotecario; 21 620 —más del doble del pasado año— se produjeron en las empresas de bienes inmuebles y de construcción.
En una entrevista, John Challenger, presidente de la consultora, dio a conocer el engaño en que las poderosas compañías del sector financiero mantuvieron a los empleados que ahora dejan súbitamente en la calle.
«Muchas empresas esperaban que la situación del mercado hipotecario explotaría; solo se habían estado preguntando cuándo estallaría la burbuja»... «Las empresas no están sorprendidas por lo que está ocurriendo, pero la realidad de la situación y la velocidad con la que tuvo lugar son espantosas», señaló al tiempo que reconocía que los trabajadores se sienten engañados: «Es devastador (para la confianza)», dijo.
Y «confianza» fue lo que desplegó Henry Paulson, secretario del Tesoro de EE.UU. y ex alto ejecutivo de la poderosa empresa financiera Goldman Sachs, en un intento por calmar a los nerviosos inversionistas, cuando la crisis crediticia toca en Wall Street. Paulson hizo comentarios optimistas en el momento en que la Reserva Federal —la institución que regula los problemas económicos imprimiendo más y más dólares— corría a estabilizar los mercados bombeando otros 3,75 mil millones en el sistema financiero, apenas una semana después que hiciera una multimillonaria transfusión del billete verde por valor de 100 000 millones de dólares.
Pero la preocupación se extiende. El senador demócrata por Connecticut, Christopher Dodd, presidente del Comité Bancario del Senado, urgió al presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, a utilizar «todas las herramientas disponibles» para que no sea minada la economía nacional.
La realidad es que tanto en Estados Unidos, como en los cuatro puntos cardinales del planeta, los problemas de crédito han sacudido los miedos y se temen fuertes tormentas financieras.
Mas para sortear sus embates llegó SuperW, quien en la conferencia de prensa final de la cumbre de América del Norte —que lo reunió en Montebello con el primer ministro canadiense Harper y el presidente de México, Felipe Calderón—, aseguró que la economía de Estados Unidos es fuerte y puede reajustar los riesgos.
Pues sí, que le digan eso a los más de 80 000 empleados de los financieros que este año vieron cerrados de sopetón sus finanzas y sus créditos... cuando el norteamericano común ve que el monto de las cuentas a pagar por su canasta básica sube día a día.
Parodiando el dicho: si los despidos llegan al sector financiero es porque inundaciones traen.