Frente al espejo
«Estimado Luis Sexto: esta es la primera vez que le escribo para felicitarlo por su constancia, su tesón y su valentía en la misión periodística practicada a través de las páginas de JR (sección Coloquiando), misión que percibo consagrada —vía sus comentarios de cada viernes— a brindarnos a los lectores sus sinceras y sabias apreciaciones acerca de la ética y la virtud, ejercicio filosófico suyo que, necesaria e ineludiblemente, me trae desde la memoria, la afirmación que ha sido adjudicada al Maestro de todos los cubanos: «Amistad, sinceridad y cultura son nuestro tesoro; el resto es “solo pompa de jabón, náuseas y pesadillas...”». (Jorge Pérez)
«En relación con su artículo La Vana Ilusión (Luis Raúl Vázquez), me gustaría hacerle algunos comentarios. Soy de la opinión de que la principal causa de que estas cosas ocurran está en que hay muchas personas en nuestra sociedad que ven este asunto como algo normal —no me incluyo— y estoicamente soportan todo tipo de maltratos con tal de resolver el problema que los llevó a utilizar estos servicios u otros. Sencillamente se han cansado de protestar porque al final como muchos dicen “a mí no me va a dar un infarto”. O sea, que la falta de combatividad, por decirlo de alguna manera, estimula el desgano en medio de las múltiples tensiones de la cotidianidad, como bien usted dice.
«Por otra parte, si a la hora de criticar no se menciona a los criticados y se habla como un mal general, el asunto cae en un saco sin fondo. Es común en nuestros medios, e incluso en muchos informes que he leído, sobre este asunto hablar de esta forma: “porque le roban al consumidor, lo maltratan, etc.”, sin mencionar a los responsables. Honestamente, le digo que hasta que no se hable con nombres y apellidos de todos aquellos que maltratan y enrarecen la vida espiritual del cubano, influyendo en el deterioro de los valores de la sociedad, el tema seguirá agravándose. Soy optimista y considero que podemos hacer mucho, pero sobre todo denunciando a los violadores. Esa es la única forma de salir de este atolladero». (Vicente Rodríguez Galano)
Las opiniones de los lectores gozan ya de una presencia constante en nuestras páginas. Al respecto, algunos nos han preguntado si damos prioridad a los correos electrónicos al momento de determinar cuáles juicios publicaremos.
Aunque pudiera echar mano a datos sobre la correspondencia que recibimos, y cómo se comportan en ese flujo las cartas postales y los correos electrónicos —a medida que pasaron los años más recientes, estos han ido tomando la delantera poco a poco—, innecesario es que robe su atención con argumentos que poco o ningún peso tienen en el resultado final.
Lo más importante para nosotros es la calidad de un criterio, su hondura e integralidad, el interés que pueda despertar y la manera en que ayude a oxigenar el debate ciudadano sobre las imperfecciones de la sociedad y del ejercicio periodístico que articulamos desde aquí.
Las cartas demoran más en llegar, pero también traen criterios a los que un especialista en boxeo —ahora que se avecinan las Olimpiadas— calificaría como «pesos completos». No olvidemos, además, que constituyen el medio más extendido y democrático de transmitirnos una opinión.
Cierto es, por último, que la obligación de ceñirnos a un espacio nos impide publicar íntegramente todos los criterios, pero «podamos sin mutilar», como hubiera dicho ese maestro de periodistas que fue Guillermo Cabrera Álvarez.