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Se estabilizó el agua

El pasado 31 de enero, y desde El Trigal, en el municipio capitalino de Boyeros, Alicia Ramos Vila denunció que en ese reparto llevaban tiempo que no entraba el agua a todas las viviendas los días en que corresponde dicho servicio.

Manifestaba que este barrio está asentado en una elevación y la válvula no es manipulada correctamente. Como consecuencia de ello, insistía, a las viviendas de la parte alta no les llegaba el agua por más de 15 días, lo que pasaba en repetidas ocasiones.

Y aseguraba que tal situación se había comunicado a todas las instancias, sin resultado alguno, pero no especificaba a dónde habían ido.

Al respecto, responde Eladio Cobas Martínez, jefe del departamento de Atención al Cliente de Aguas de La Habana, que, según confirma Jiannis Pozo Bravo, jefe de esa entidad en Boyeros, allí reciben el servicio de la fuente de abasto Julio Trigo, y el equipo de esta se rompió, por lo que el existente tiene menor presión de litros por segundo.

Puntualiza el funcionario que Aguas de La Habana realiza operaciones estratégicas para que la parte alta del reparto tenga agua, por lo que extiende más el horario de servicio establecido. Y en ocasiones se ha prestado servicio con carros cisterna.

También adiciona que, a consecuencia de los paros eléctricos (apagones), el restablecimiento del servicio de agua demora tres horas para que el sistema se recupere.

Finalmente indica que se coordinó con Operaciones y se comprobó posteriormente la estabilidad en el servicio de abasto en las viviendas de marras.

Agradezco la respuesta, y solo añado que esta no esclarece lo señalado por Alicia en cuanto a que la válvula allí no es operada correctamente.

Siempre hay un ángel

José Luis Seoane, residente en la capital, cuenta que el pasado 5 de diciembre falleció su padre. Y en medio de un aguacero torrencial un taxista lo llevó desde La Habana Vieja hasta el Hospital Naval, y de ahí a la Villa Panamericana. Le prometió que lo recogería allí, cuando él lo llamara, para llevarlo a la funeraria de Alamar.

Pero no lo hizo. Nunca respondió al teléfono. Y José Luis, ya a la una de la madrugada, buscaba desesperadamente y sin esperanzas un transporte que los llevara, a él y a su anciana madre, a la funeraria de Alamar.

«Pero esas son horas de desconfianza, manifiesta, y  de los pocos vehículos que pasaron ninguno se dignó siquiera a mirarme. Solo José Alberto, chofer de la gacela número H-14592, se detuvo a escucharme.

«Nos llevó a nuestro destino y, aunque insistí, no quiso cobrar un centavo. En mi dolor, agradezco infinitamente la bondad de este cubano que, con su gesto, supo aliviar mi pena», concluye José Luis.

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