Acuse de recibo
Thais Rodríguez Cruz (Victoria No. 11608, entre América y Rambla, Cerro, La Habana) señala en su carta que desde el pasado 14 de febrero no tiene suministro de agua el círculo infantil Saltarines del 2000, sito en 3ra., entre B y C, en el Vedado capitalino, donde tiene matriculado a su niño.
Añade que, según la directora de esa institución le ha informado, ella ha reportado esa afectación a las autoridades pertinentes y aún no ha llegado allí la pipa de agua para al menos compensar tan grave situación.
«Conozco, manifiesta, que al restaurante El Jardín, el cual está cercano al círculo, llega la pipa cuando se le solicita. Otra madre preocupada, que reside en Línea y C, a tres cuadras de ese centro infantil, me transmite que aproximadamente cada tres días a su casa llega la pipa, servicio que el Estado ofrece sin costo adicional.
«Soy una madre que trabaja para una institución estatal. Y me he visto necesitada, producto de esta dificultad, de ausentarme del trabajo durante varios días consecutivos, porque no tengo otro apoyo para cuidar al niño.
«No comprendo cómo este problema lleva tantos días sin solución, y no ha sido por falta de ocupación de la dirección del círculo infantil.
«Esto no solo nos afecta salarialmente a las madres trabajadoras. Además de que dificulta nuestro modesto, pero necesario aporte al país, perjudica la educación tan esmerada que reciben nuestros hijos en esa institución docente».
Sonia Salanueva, quien vive a dos cuadras del Capitolio Nacional, por la calle Monte, en la capital, escribe muy molesta por la total impunidad con que se daña la tranquilidad ciudadana con música a altos decibeles y chabacana, con palabras obscenas.
Y lo que más le preocupa es que las autoridades pertinentes se mantengan ajenas a ello, a pesar de que se les pide que intervengan.
«Vivo en un lugar súper complicado, manifiesta, donde la indisciplina social tiene toda la gama de manifestaciones, sin que se le ponga coto por quienes tienen la responsabilidad de velar por la disciplina social.
«Y aunque parezca algo exagerada la comparación, es como si estuviéramos presenciando una película del oeste norteamericano. O quizá algo peor. Y pregunto: ¿Tenemos los ciudadanos de bien que soportar y subordinarnos a estas actitudes de esa minoría marginal, que viola constantemente todas las normas de convivencia?
«Espero que llegue nuestra inquietud por su vía a los niveles correspondientes de quienes tienen entre sus funciones hacer cumplir las normas y leyes establecidas.
«Gracias de antemano», concluye.