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Lo que está establecido…

Como «un caso de burocratismo y mecanicismo absurdo e irracional», califica Humberto Pedro Pérez González el procedimiento que tuvo Etecsa ante un reporte que él hizo del teléfono de su hijo, que se quedó sin comunicación en los días finales de mayo, a consecuencia de una fuerte tempestad eléctrica.

Humberto Pedro, quien reside en 1ra. B, No. 30027, entre 300 y 302, en Santa Fé, municipio habanero de Playa, precisa previamente que la casa de su hijo, quien es estudiante universitario, es contigua a la suya, pero con entrada por la calle 302.

Refiere que a raíz de la incomunicación del teléfono él lo reportó desde el suyo el 31 de mayo, al 114 de Etecsa, a las 10:35 a.m. Y el número de reporte que le dieron fue el 8920221. Y le explicó a la operadora que tomaba los datos que él y su hijo vivían puerta con puerta. Y que podían acudir a él, ya jubilado, para abrirles la casa de su hijo cuando fueran al arreglo, si el joven no estaba en su casa. Que podían coordinarlo todo con él.

Y para sorpresa de Humberto Pedro, cuando llamó de nuevo al 114 el
pasado 8 de junio, extrañado porque aún no hubiesen ido a resolver el problema, le respondieron que habían pasado por la casa del teléfono averiado y no había nadie. El padre les indicó que seguramente él estaba en la suya, y no fueron a llamarle para abrirles la puerta de la casa de su hijo y proceder al arreglo.

La explicación de la operadora de turno y la de su supervisora, con quien Humberto Pedro solicitó hablar, fue que lo que está establecido y reglamentado es que los técnicos deben ir solo a la casa del teléfono averiado, pero no llamar ni tocar en ninguna casa vecina. Y que en el caso del padre, él tenía que estar presente en la casa de su hijo cuando llegaran los técnicos.

«No quiero ser cansón con la repetición de los argumentos y razonamientos con los que defendí que en un caso como el nuestro lo más práctico era llamar a mi casa ante la ausencia coyuntural de mi hijo en el momento de la visita de los técnicos, afirma.

«Les expliqué que yo tengo deberes que atender en mi casa que no me permiten estar “de guardia” como un CVP a la espera incierta de la llegada de los técnicos, pues ellos lo más que hacen es dar un horario aproximado para su visita, que oscila entre cuatro y cinco horas. Y lo racional y práctico en nuestro caso era tocar a mi puerta cuando llegaran, para lo cual solo tienen que desplazarse unos diez metros.

«Como una grabadora puesta en repetición continua, las operadoras repitieron una y otra vez que lo establecido es que los técnicos no toquen en ninguna otra casa y que su obligación es solo personarse en la casa del teléfono averiado. Les expliqué que, como mi hijo y yo estamos solos en este momento y yo estoy jubilado, debo cumplir en mi casa labores domésticas como es la de cocinar para los dos diariamente. Que lo que planteaban no tenía sentido y era un absurdo, cuando el Presidente Díaz-Canel y otros dirigentes están insistiendo en eliminar trabas burocráticas como esta.

«La respuesta de la operadora fue, además, la de darme una clase de actividad doméstica y de cómo manejar mi tiempo, pues bien yo podía cocinar por adelantado para dos o tres días y así estar presente cuando llegaran los técnicos a casa de mi hijo.

«De nada valieron mis argumentos y razonamientos. Si queremos que el teléfono de mi hijo sea arreglado debo estar físicamente presente en su casa todo el tiempo que puedan demorarse (sin la seguridad de que lleguen); porque los técnicos tienen prohibido tocar en mi casa en el momento en que lleguen: Lo que para ellos representaría unos dos o tres minutos y desplazarse unos diez metros desde una puerta a la otra.

«Una sociedad y un país no pueden avanzar mientras sean estos los conceptos y los procedimientos que se apliquen por los servidores públicos, y que incluso los defiendan como lo más normal y adecuado del mundo», concluye Humberto Pedro.

  Lo que debe estar establecido siempre es servir al cliente, facilitarle la vida y no complicársela sobremanera con rígidas reglas. Supeditar al cliente a los prefijados cánones organizacionales, sin espacio para flexibilizaciones. Mucho menos a un padre que desea aliviarle la carga a un hijo, a solo unos metros. Ni porque alertó para que le avisaran antes.

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