Acuse de recibo
El 11 de octubre de 2022, desde Calle 25 no. 12, entre Hospital y Marina, municipio capitalino de Centro Habana, el Doctor Pedro Pablo Rodríguez, gran estudioso de la obra de José Martí y premio nacional de Historia, de Ciencias Sociales y de Investigación Cultural, denunció aquí al vecino centro recreativo Hola Ola, de la Empresa de Comercio y Gastronomía, por ser «una permanente fuente de conflictos con el vecindario por el ruido insoportable que generan sus actividades musicales al aire libre».
Refería que tras años de reuniones de vecinos con la administración del centro, dice, con cartas a Salud Pública reclamando que allí se violaba la norma de sonido establecida para ese tipo de instalaciones públicas, así como al Poder Popular y al Partido en el municipio, en tres ocasiones se cerró. Se reabrió de nuevo, hasta que en cinco años se mantuvo ininterrumpidamente. Y hacía más de un mes se reabrió luego de dos años de reparaciones que significaron el derribo y reconstrucción dos veces de áreas ya terminadas.
Con la nueva versión, decía, las dos primeras semanas se mantuvo como área infantil con música algo alta a veces, pero adecuada para niños; hasta que en las tardes subió sus decibeles. Y se fue incorporando otro tipo de composiciones no precisamente para niños, con animadores que gritaban a pesar de tener un micrófono en sus manos; con actividades nocturnas de viernes a domingo hasta las dos de la madrugada, con música grabada y en vivo.
«En los edificios que rodean al Hola Ola, dice, residimos varios cientos de familias que hemos perdido nuestro derecho y necesidad de descansar mediante el sueño hasta esas altas horas. ¿Hasta cuándo hay que soportar esta violación por una empresa estatal, de las disposiciones establecidas respecto al ruido, asunto que, tristemente, viene ocurriendo con plena impunidad desde hace mucho tiempo en muchos lugares del país a pesar de las denuncias de la prensa?
«Esta falta de respeto, esta insensible prepotencia de instituciones estatales y sus dirigentes, constituyen una inadmisible agresión al pueblo. Y afectan la credibilidad del Gobierno y de una Revolución que siempre ha trabajado por la unidad, el bienestar y el respeto de su pueblo», manifestaba.
Nunca recibimos aquí respuesta alguna de la Empresa de Comercio y Gastronomía ni del Gobierno de Centro Habana. Y ahora escribe Laura Mildred Correa Amaro, desde Humboldt no.7, entre Hospital y Malecón, apto. 108, para denunciar ese escándalo musical hasta altas horas de la madrugada los viernes, sábados y domingos.
«Algo inquietante, afirma, es el tipo de música que ponen: reguetón grosero, repartero y vulgar. ¿Es esta la enseñanza que queremos dejar a las nuevas generaciones? ¿Es esta la cultura que proclama el país?
«Por otra parte, esta zona está llena de pequeños negocios como casas de renta que ya se están viendo afectadas porque los clientes se quejan y se van del área. El Gobierno de este país lleva tiempo apostando por el emprendimiento, y al sector privado se le exige el respeto social, el cual también debe ser exigido al estatal.
«Es imprescindible mantener el entretenimiento y el esparcimiento popular...pero no a costa del descanso y en detrimento de las condiciones de vida del resto de la población», concluye.
También Marisela Castillo, residente en el edificio Carreño, en Humboldt entre Malecón y Hospital, expresa que «se hace imposible dormir en las noches debido al gran escándalo que acontece en el Hola ola: música grabada bastante vulgar y en tonos elevados, karaokes de personas alcoholizadas, que sus voces se adentran en el cerebro de cualquier ser humano y llegan a provocar el dolor de cabeza más fuerte que jamás alguien haya experimentado.
«Tengo un hijo que cursa el 5to. grado en primaria y le cuesta conciliar el sueño porque parece que la discoteca está justo dentro de su habitación. Me gustaría que este caso sea elevado a todos los lugares posibles y sea conocido; porque la verdad, las migrañas nocturnas han afectado mi salud y mi calidad de vida en los últimos tiempos», concluye.
Muy mal estamos cuando el escándalo grosero se impone impunemente por encima de la queja del vecindario. ¿Tampoco habrá respuesta esta vez?