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Tanto caminar para un no

Con 77 años y solo, Carlos Díaz Pérez (Calzada de Luyanó 608, Diez de Octubre, La Habana) escribe muy molesto, porque en la panadería de Concha y Luyanó, donde antes le facilitaban adquirir en un día, los domingos, todo el pan normado la semana, ahora le eliminaron esa comodidad.

Allí le dijeron que  debía ir a la Empresa del Pan, sita en Milagros y Cortina, a 30 cuadras de su casa, para que revisaran su caso y le autorizaran que continuara adquiriendo sus panes un día a la semana.

Refiere que cuando llegó allí, era el tercero que esperaba por la misma causa. Y cuando planteó su necesidad, un funcionario le preguntó si no había visto en la Mesa Redonda las dificultades que hay con la harina de trigo.

Carlos le respondió que él no iba a adquirir más panes de los que le correspondían, sino los siete de la semana en un solo día. Y otra funcionaria, que parecía de mayor jerarquía que el primero, le planteó que esa medida se aplicó con la etapa de mayor aislamiento por la COVID-19 para evitar aglomeraciones, pero ya estábamos en una situación normal.

«Le respondí, señala, que normal “entre comillas”, porque si no nos cuidamos, especialmente los ancianos, la Covid-19 vuelve por nosotros. Y me dijo que ese sistema se le aplica solo a enfermos. Le respondí que tomo Metformina para la diabetes y Enalapril para la hipertensión. ¿Qué más hace falta para mantener ese estatus? Me molesté y me retiré. Al final, tuve que caminar 60 cuadras de ida y vuelta para que me dieran una respuesta negativa», confiesa apesadumbrado.

En un país tan envejecido, lo que sí no puede envejecer es la mirada muy puntual y sensible hacia los problemas de nuestros veteranos, y la disposición a hacerles la vida más llevadera, como reclama Carlos.

Restan, en vez de sumar

Belkis Cid Vázquez (Delgado 241, entre 4 y 5, Mantilla, Arroyo Naranjo, La Habana) cuenta que vive en un edificio multifamiliar, y hace cuatro años  que su apartamento se inunda de aguas albañales que brotan por el patio y por el baño, y llegan hasta su habitación.

«Llevo todo este tiempo, dice, sacando diariamente esa inmundicia con un cubo, y vertiéndola en la esquina. El problema se agrava porque conmigo vive mi mamá, afectada por unas cuantas enfermedades de cuidado».

Belkis ha hecho lo imposible por solucionar su problema por sí misma. En varias ocasiones ha pagado a un plomero, pero los funcionarios de la Dirección Municipal de la Vivienda dicen que el problema requiere de un cambio de línea y no hay presupuesto para eso.

«Hace cuatro años, precisa, que he estado planteando la situación a todas las instancias posibles: Poder Popular, Vivienda, Aguas de La Habana y Partido, padeciendo todo tipo de excusas, promesas y peloteos. Los de Vivienda dicen que los trámites debe hacerlo el delegado, y este dice que está cansado de plantear el problema. He acudido infructuosamente a la Presidenta del consejo popular y al Poder Popular».

Por último, pidió una entrevista con la Directora Municipal de la Vivienda. Fue citada para el día 11 de este mes, pero al llegar le informaron que ella se encontraba «de certificado médico». Belkis no recibió otra fecha, y aún está esperando al inspector que, le dijeron, enviarían.

«El pasado día 15 fui a ver al Julio, funcionario de Aguas de La Habana, quien me dijo que enviaría el carro bomba. He reclamado y recibido, como siempre, miles de excusas, pero aún lo estoy esperando…. Restan, en vez de sumar», concluye.

 

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