Acuse de recibo
Daniel Sánchez Rodríguez (Avenida 29, Edificio 21 009, apto. 5, reparto Los avioncitos, La Coronela, La Lisa, La Habana) cuenta que todo comenzó cuando hace más de un año, en ese inmueble donde reside, hubo una caída de una fase eléctrica que duró más de dos días.
Él llamó al 18 888 de la Empresa Eléctrica y reportó la avería. Horas después llegó el carro de la guardia. Hicieron las comprobaciones necesarias y detectaron que el problema estaba en el soterrado eléctrico. Les informaron a los vecinos que hicieron el reporte a Soterrado, que radica en Habana Vieja y se retiraron.
Ese mismo día, sobre las 11:00 p.m. fueron otros técnicos, y como solución, sacaron un cable a tierra del edificio vecino hasta este, e informaron que fue reportado para que luego los especialistas de Soterrada resolvieran el problema. Aún hoy se encuentra así.
En octubre de 2021, añade, hubo otra caída de fase. Se reportó y fueron. La solución fue cambiar de posición la entrada de los cables en el breaker. Y los vecinos les insistieron en el tiempo que permanecía el cable de tierra colgado desde el otro edificio sin solución. Por su parte, Daniel fue a la Empresa Eléctrica de La Lisa y presentó su queja. Le dijeron que se buscaría la solución. Y nunca llegó.
En el último proceso de rendición de cuentas de los delegados en noviembre pasado, precisa, un directivo de la Empresa Eléctrica de La Habana asistió a la reunión de la circunscripción de Daniel, quien planteó su queja allí. Y el funcionario se comprometió a buscar una solución. Nada hasta hoy.
El pasado 20 de febrero, de nuevo se registró una caída de fase. Daniel lo reportó por teléfono y le dieron el número 13 599. Sobre las 7:00 p.m. se presentó la guardia, y la solución fue retirar la fase de 220 voltios, dejándose solo desde ese día la de 110.
«En consecuencia, dice, ningún apartamento puede usar la 220. Muchos de mis vecinos cocinan con fogones eléctricos y en casi todos los apartamentos que tienen neveras y aires acondicionados no los pueden usar. Lo peor de todo es que desde ese día la turbina de agua no se ha puesto más, lo cual ha generado inquietudes e inconformidad por todos los vecinos, aun cuando la cisterna permanece llena de agua.
«En este caso la solución que se buscó entre los afectados fue conseguir una extensión eléctrica, y desde un apartamento del edificio de al lado encender por poco tiempo la turbina en las tardes, lo cual inevitablemente afectará el consumo de ese vecino que se brindó voluntariamente a ayudar. Y como solidaridad todos los vecinos acordamos pagarle el recibo del mes de febrero», concluye.
La hiperdecibelia y el irrespeto al oído ajeno siguen enseñoreándose impunemente, sin que nada suceda, ni haya freno alguno desde las instituciones que deben velar por los equilibrios sonoros. Esta vez es Luis Gutiérrez Urdaneta quien relata la frustración de un sábado en busca de paz y silencio.
El remitente, quien reside en Ciudamar no. 18503, entre 1ra. y 3ra., en el municipio habanero de San Miguel del Padrón, cuenta que el pasado 26 de febrero varias familias intentaban un descanso «verde» en las áreas espaciosas frente al restaurante El dragón rojo, del Parque Lenin. Y de improviso, se situó allí un grupo de personas con un equipo de música y tres enormes bafles, propalando reguetones de los peores, de los más groseros ¡a 700 decibeles!
Un señor de una de las familias se les acercó y les rogó que bajarán el volumen. Y la respuesta de uno de los transgresores fue, literalmente: «Ete palque e público». Y no pocos tuvieron que alejarse del sitio.
«Este asunto es recurrente en esta sección y en otros medios de difusión, expresa Luis. ¿Qué van a hacer las instituciones públicas al respecto con respecto a esta “epidemia” que tanto daña la tranquilidad y las buenas relaciones sociales? ¿Qué vamos a hacer como sociedad para defendernos de este vendaval creciente de malas costumbres y chusmería?».
Lamentablemente, no tengo respuestas, y frecuentemente me hago aquí las mismas preguntas. Solo nos quedar seguir denunciándolo ante tanta «sordera».