Acuse de recibo
Cuando la dirección del país insiste en la necesidad de proteger a las personas vulnerables, cuando urge el servir al ciudadano por encima de todo y no abandonarlo a su suerte, nadie debía soslayar ese principio de solidaridad cuando se encuentre esos cabos sueltos, fuera de la Ley.
Luisa Cervantes Espinosa (Aquiles Espinosa no. 59-A, entre Antonio Gómez y Agustín Vázquez, reparto Buena Vista, ciudad de Las Tunas) es una señora discapacitada, a consecuencia de dos infartos cerebrales que le han dejado inmovilizado el lado izquierdo de su cuerpo. Hace tres años vendió su casa para vivir en esta dirección con su hijo, quien viajó a otro país y se quedó allí definitivamente.
Luisa no había hecho el traslado de su libreta de abastecimiento y de alguna manera se acomodó, pues las personas a las que vendió su casa le facilitaban su cuota normada sin problemas… hasta un día. Ya no es así, como habían acordado. No explica el porqué no hizo el traslado entonces, ni el porqué quienes le compraron la vivienda ya no le hacen llegar lo que el Estado dispone para ella.
«Mi solicitud, dice, es que me orienten qué debo hacer y así recibir mi cuota como se le garantiza a cada ciudadano de este país; ya que he ventilado esta situación con la delegada y con la presidenta del CDR, quien habló con la coordinadora, quedando esta en visitarme. Y es esta la fecha en que no ha venido», concluye.
¿Cómo vivirá Luisa? ¿Sabrá su hijo lo que dejó atrás? ¿Acaso nadie puede ayudarla a restablecer sus derechos como consumidora, a que se haga la justicia?
Con 80 años, una vida consagrada a trabajar la tierra y ya ciego, el campesino Pedro Marcos Pérez, todavía a la altura de 80 años, aguarda por que se le haga justicia. Y escribe desde su casa, en Hernán Cortés no. 54, entre Jovellanos y Concordia, en Casilda, muy cerca de la ciudad de Trinidad.
«Pertenecí a la Unidad Básica de Producción Cooperativa (UBPC) Frank País, dice, cuando en 2002 fui a solicitar mi jubilación. Y mi expediente no apareció, Me lo habían botado, y el responsable es el presidente de la UBPC, que todavía se encuentra ejerciendo el cargo.
«Fui a pedir ayuda ante la situación que presento, y me dijeron que si tenía un hijo que trabaja no procede, me tiene que mantener. Yo trabajé para alcanzar mi jubilación. ¿Hasta cuándo tengo que soportar los daños y perjuicios que me ha ocasionado ese presidente por ser irresponsable ante su trabajo? Espero que se haga lo correcto porque soy un campesino sin amparo», concluye.
«Corren tiempos de mucha incertidumbre, la salud ha sido golpeada una y otra vez a nivel mundial, y Cuba no escapa a la onda expansiva que se deriva de la compleja situación que acecha a la humanidad», expresa Carlos Camilo Viamontes Huerta, desde calle 282 no. 4711, en Arroyo Arenas, municipio capitalino de La Lisa.
«Es muy difícil en este escenario poder hacer una excepción para llevar luz y esperanzas, pero se impone el reconocimiento a quienes se desvelan por garantizar los niveles posibles de atención médica, en medio de tantas carencia materiales.
«En días recientes y por segunda vez en menos de un año, me sometí en el Instituto Nacional de Cardiología y Cardiocirugía a una ablación cardíaca, para recuperar los parámetros normales del corazón. En mi estancia allí conocí de primera mano los testimonios de muchas personas sencillas que llevan años recibiendo tratamiento en esa institución. Y todos coincidimos en resaltar el valor humano de ese colectivo de trabajadores.
«A nombre de los que conocí y del mío propio, expreso públicamente el agradecimiento a los trabajadores de ese instituto; en especial al doctor Osmín y su equipo, de la sala de Marcapasos. Su esfuerzo llena de alegrías y futuro los corazones de muchas familias anónimas. Su ejemplo es digno de imitar por otras instituciones. Cuba salva», termina.