Acuse de recibo
El pasado 2 de mayo, desde la Finca Palmarito, en San José de las Lajas, provincia de Mayabeque, Robustiano González alertaba aquí de un salidero de agua en la conductora que viene de la cuenca El Gato, hace más de cuatro años, en lo que antes fue área de preparación de máquinas del Ejército, que se conoce como El Tacódromo.
Refería que el asunto es conocido por las autoridades hidráulicas, pues hace dos años una brigada limpió áreas en la dirección de la conductora y llegó al tubo averiado. Posteriormente fue una comisión y ahí quedó todo.
«Allí se pierden en mis modestos cálculos, expresa, 200 litros por segundo. Así que imaginarán la magnitud del derroche. Quiero dejar por sentado que es encomiable el trabajo hecho por el Instituto de Recursos Hidráulicos en frentes como Cuenca Sur y otros sitios. Pero hay que ponerle fin a ese gran salidero, y más con la sequía que atraviesan las provincias de Mayabeque y La Habana», concluía.
Y el pasado 6 de junio recibí una carta electrónica de Roberto Gil Ontivero, quien leyó entonces lo dicho por Robustiano, y cuestionaba cómo era posible que, transcurrido más de un mes de la denuncia, no hubiera una respuesta escrita, ni al menos acciones para resolver tal despilfarro. Y lo decía así, porque hacía apenas 24 horas que se había personado por el sitio, y el agua seguía derrochándose impunemente.
«¿La solución para cuándo?», afirmaba; que esto lleve tanto tiempo le pone una manchita al despliegue de recursos en obras muy, pero que muy importantes, que se acometen para aumentar la capacidad hídrica de nuestra Isla, y darle continuidad y seguridad a objetivos tan importantes y estratégicos.
«Vi la Mesa Redonda en la que se abordó la situación hídrica, reconozco el esfuerzo que se hace, las explicaciones que dio el presidente del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos y lo expresado por la vice primera ministra Inés María Chapman. Pero es hora de resolver este problema que se conoce y lleva años así», concluye.
El pasado 13 de mayo, y desde el Distrito José Martí de la ciudad de Santiago de Cuba, Armando A. Céspedes contaba aquí capsularmente una historia dura, para no pasar de largo junto a ella.
Refería que ellos son dos ancianos de 78 y 73 años, respectivamente, con isquemias cerebrales y sin fuerzas para remprender nada. No explicaba si hay hijos o demás familiares, en su atribulado mensaje. Iba directo a lo que les atormentaba:
«Hoy mi apartamento está inundado, decía. Tiene 40 salideros procedentes del piso superior, varias rajaduras en paredes y techos, cables eléctricos sin protección y un posible derrumbe si tiembla fuerte, entre otras cosas. Perdone la insistencia», concluía.
Y este redactor apostillaba:
«Uno se pregunta si en ese barrio no hay la fuerza y la solidaridad humana para que tan lacónico y dramático mensaje estremezca y desate el apoyo de los vecinos, trabajadores sociales y cualquier entidad o persona que sienta el dolor ajeno como propio. ¿A nadie se le ocurre tender una mano a esos ancianos, al extremo de que tengan que escribir a un diario para que se fijen en ellos?»
Y parece que algún resorte se movió, pues el propio Armando me volvió a escribir el pasado 1ro. de junio:
«Hace una semana vinieron dos funcionarias de Vivienda Provincial. Una visitó el apartamento superior; la otra visitó el mío. Tomó notas, fotografió todo y levantó acta. Declaró a mi apartamento en peligro de derrumbe, lo que fue declarado desde el 2018 por el Arquitecto de la Comunidad. Ahora, a esperar el resultado pidiéndole a Dios que no tiemble la tierra. Gracias por su encendida carta que me leyeron», concluía.
Esperemos que haya solución definitiva para esos veteranos.
Las dos cartas de hoy me reafirman una vez más que en el empeño de darle seguimiento a los casos abordados aquí, no puede obviarse que la insistencia ciudadana es una fuente insoslayable, y muchas veces más ágil que las instituciones y entidades.