Acuse de recibo
Como «una falta de respeto total» califican Wilfredo León Mesa y Marcos T. González Orcasberro, el tratamiento dado por la Dirección Municipal de la Vivienda (DMV) de Manzanillo, a los vecinos del edificio 2, en 8va. avenida, entre 9 y 11, en el reparto Nuevo Manzanillo de esa ciudad de la provincia de Granma.
Wilfredo y Marcos, quienes viven en ese inmueble, cuentan que hace aproximadamente dos años, se presentó una comisión de la DMV, con el objetivo de reparar la cubierta del edificio. Se consultó con los vecinos, y muchos no querían hacer el contrato; pues la vez anterior la brigada que laboró allí hizo un trabajo de pésima calidad, una chapucería. Sustrajeron materiales. Los subían por una escalera y los bajaban por la otra, atestiguan los remitentes.
A pura lucha, afirman, se convenció a los vecinos de la conformidad de que se hiciera este trabajo. Por parte de los constructores se procedió a ejecutar la obra, que era quitar la cubierta vieja y poner la nueva.
Un día recogieron todos los recursos materiales, sin que se conociera el destino. Se paralizó la obra, sin darles información al respecto, ni explicarles. Se quedaron sin cubierta: ni la vieja ni la nueva.
Wilfredo se presentó, por orientación de la oficina de Atención a la Población del Gobierno Municipal, en la Dirección Municipal de la Vivienda, y lo atendió allí un funcionario de Inversiones, quien llamó al director de la Construcción en Manzanillo. Este dijo que la obra estaba parada por falta de gas, el que era asignado desde Bayamo. Posteriormente, más de cinco visitas a las oficinas de la Construcción, y la respuesta siempre ha sido: no hay gas.
«Actualmente cuando llueve, el agua llega al primer piso, donde existen cables electrónicos de casi 50 años. Consideramos que es una falta de respeto a los pobladores de este edificio», concluyen los agraviados vecinos.
Si las autoridades de Manzanillo conocen el asunto, ¿por qué no pueden hacer algo por estos ciudadanos, y al menos tocar puertas en instancias superiores?
También desde Manzanillo escribe Carlos Jesús Crespo Fernández, residente en Mártires de Vietnam No.182 entre Perucho Figueredo y Masó, para contar que en ese municipio, con una población de más de cien mil habitantes, se impuso el pago de los salarios de la mayoría de los trabajadores por tarjeta magnética. Y lo que debió ser una comodidad y un avance, se ha convertido en un suplicio.
El asunto es que en esa ciudad solo hay cuatro cajeros automáticos siempre congestionados de público, y no siempre están todos de servicio, por diferentes causas atribuibles a su sobreuso. A ello se le suman otras contingencias: se les acabó el efectivo, es fin de semana… o se interrumpe el servicio eléctrico.
«Todo ello, afirma, trae como consecuencia las colas interminables, estresantes y lo peor: contagiosas. Porque nunca se guarda el distanciamiento requerido, además de que todos tocamos el mismo teclado sin una desinfección entre clientes.
«La última vez que saqué dinero pasé tres días tratando en diferentes lugares y horarios. En la última de esas ocasiones el muchacho que iba después de mí me confesó frustrado: “¡Llevo tres días en esto, qué barbaridad!”»
Carlos considera que, hasta que pase la crisis sanitaria derivada de la COVID-19, y Manzanillo pueda contar con más cajeros automáticos, el problema se podría aliviar con el pago por nómina.