Acuse de recibo
Para pensar como país, hay que situarse también en el lugar de Jorge Martín Rodríguez Basulto, un anciano de 79 años que vive solo, y después de una fractura de cadera ha quedado con secuelas que le impiden caminar.
Jorge, quien reside en calle Heredia, edificio D, apto. 1, entre Bembeta y Lugareño, en la ciudad de Camagüey, manifiesta que el 5 de julio de 2011 hizo el contrato 11090011952 (código 18, tarifa 115 pesos) en el Bufete Colectivo, folio 298957 con el abogado Orlando Marrero Carmenates para el servicio de relaciones de vecindad.
La razón es que su apartamento se filtra, con deterioro del techo y paredes, sin que los vecinos del segundo piso hayan hecho algo para resolver el problema, que es de su entera responsabilidad. La situación viene desde hace más de 20 años y cada día se agrava más.
«Recientemente le envié un recado al delegado, ya que no puedo caminar. Y me respondió que denunciara al Tribunal, pues ese asunto no es de su competencia. Pienso que si las personas del Gobierno me apoyaran en algo se evitarían futuros problemas que pueden afectar hasta a los propios vecinos del segundo piso, pues el acero de la placa se está oxidando. Es un peligro que se incrementa y puede ocasionar derrumbe del piso y paredes».
El anciano solo desea resaltar que está vivo gracias a vecinos como el doctor Olimpio Rodríguez y su esposa, que se han encargado de su alimentación y hasta de gestionarle un andador. Y concluye preguntando: «¿Es muy difícil que se apoye a un anciano solo en un problema de esta naturaleza?».
Con solo 29 años, Oscar Cintras Morales escribe porque tiene una situación familiar tan crítica sobre sus hombros, que ya se encuentra en un callejón sin salida, y no sabe cómo darle solución. Es evidente que requiere una ayuda desde afuera.
Él reside en la casa de la familia de su esposa en calle 274, entre 285 y 287, Wajay, municipio capitalino de Boyeros. Tienen tres niñas, una de cinco años y dos jimaguas de 11 meses; una de estas últimas padece de Síndrome de West y tiene un quiste de 13 milímetros en la cabeza, lo que afecta su desarrollo sicomotor, y ha estado ingresada varias veces en neuropediatría del pediátrico Juan Manuel Márquez. Son en total nueve personas, incluido su cuñado, que es esquizofrénico.
Y, por otra parte, es mucho más grave la situación de su familia en la calle Oeste No. 304, edificio 6, apto. 1, entre Lozada y Lozada 1, en el municipio capitalino de Cerro: su padre de 86 años, que estaba en una silla de ruedas, falleció hace unos días. Su mamá está convaleciente de la amputación de una pierna, por una insuficiencia venosa crónica. No puede valerse por sí misma. Y su hermana, de 25 años, con retraso mental, agrede a quien tenga delante y destruye todo lo que tenga a su alcance.
Oscar tiene que dividirse en tres cada día, porque trabaja y a su vez debe estar pendiente de sus hijas y esposa, y de su madre y hermana. Y media mucha distancia entre ambos hogares. Cómo lo hace, él solo lo sabrá.
Lo cierto es que ha tocado muchas puertas desde que su padre estaba vivo: tiene expediente abierto en Salud Pública y Asistencia Social. Recurrió al Gobierno municipal del Cerro, al delegado y al presidente del Consejo Popular, a la Policía y las organizaciones de masas.
«Estoy desesperado», expresa. Ha ido a diferentes lugares, pero aún persiste el problema. «Si es posible, necesito internar a mi hermana en un centro donde pueda ser atendida acorde con su enfermedad», concluye.
Ante ambos casos de hoy, urge comprender que la política del país es ayudar y tender mano a los más vulnerables, pero hay que construirla desde abajo, con la sensibilidad y la presteza de todos, encabezadas por los gobiernos locales.