Acuse de recibo
La preocupación de Camilo Giraldo Rodríguez Aguilar (calle 73 No. 3, e/ 76 y 80, reparto Vietnam, Jobabo, Las Tunas), puede ser la de muchos, en su municipio, en su provincia y hasta en el país. El problema parece sencillo; sin embargo…
«Aquí —cuenta Camilo— tenemos varios lugares a los que podemos ir, ya sea a divertirnos o a comprar algo que necesitemos en nuestros hogares; pero sucede que no tenemos dónde parquear las bicicletas para que la persona pueda entrar sin preocupación de que esta pueda perderse. Esto sucede, entre otros lugares, en la cafetería La Tradicional, en el mercado Ideal, en la panadería especial, en la farmacia, en las TRD, en Cadeca… por mencionar algunos (excepto La Tradicional, los demás lugares están en el centro del pueblo).
«Pregunto: ¿será tan difícil hacer un parqueo de bicicletas en esos establecimientos y que la persona pueda entrar sin preocupación (…) a disfrutar de un helado, una pizza, una cerveza, cambiar su dinero o a comprar algo que necesite para el hogar? Tal vez esté errado, ¿pero acaso esto no puede formar parte de la protección al consumidor? Si se hiciera un parqueo, ¿no podría propiciar empleo a una o varias personas y un ingreso al Estado?».
Aparte de suscribir la idea del tunero, este redactor (y ciclista) añade una duda: más allá de la casi desaparición de las bicicletas a precios accesibles para los trabajadores —un tema que merece hondas reflexiones— la gente ha seguido inventando, improvisando piezas y modos de arreglos para disponer de este tan útil medio de transporte. Sin embargo, dicha perseverancia ha sido inversamente proporcional a la presencia de parqueos en nuestras ciudades. ¿A alguien se le ocurrió que ya no hacían falta estas instalaciones?
Casi nada podía paliar la pena del veterano Justo González Quintana (calle 1ra. No. 23213, e/ 220 y 221, Reparto Cruz Verde, Cotorro), cuando acudió a principios de este mes a una de las instituciones de salud pertenecientes al policlínico municipal. Lo que encontró allí el capitalino, de 73 años de edad, le cambió totalmente las energías.
«Quiero se reconozca por este prestigioso órgano de prensa, la labor que con tanta profesionalidad y amor realizan las doctoras Martica, Nelly y Neyda, de la Clínica del Dolor (…). Les cuento: hace 12 días (la carta es del 13 de julio) llegué a esa institución apoyado en un bastón por el dolor tan fuerte en mi cadera derecha. De inmediato fui atendido por dichas profesionales (…), que me trataron con tanto cariño que aún estoy asombrado, pues confieso que yo pensaba que personas como ellas ya no existían. (…) Cuando escribo este mensaje, estoy totalmente recuperado, y ya puedo de nuevo montar mi bicicleta, que tanto extrañaba. Quiero además recalcar la limpieza y orden que reina en ese policlínico, donde se refleja la imagen de la directora municipal de Salud, compañera Laura, la cual brinda el máximo de sus esfuerzos para que todos creamos en el valor de una sonrisa».