Acuse de recibo
Si el célebre Daniel Defoe, en lo que se considera un texto precursor del periodismo narrativo, concibió su Diario del año de la Peste, muchos compatriotas, a juzgar por las misivas que llegan a Acuse, sobre todo procedentes de La Habana, podría redactar su propio y realista Diario de las pestes albañales.
Agobiada por este fétido asunto, recala en la sección la voz de Liusik Álvarez Santana, residente de la calle Nuestra Señora de Regla No. 34, entre san Agustín y Caridad, municipio de Regla. Encima del problema de tupición de aguas negras en sí mismo, relata la capitalina, pesan sobremanera las dilaciones, incongruencias e ineficacias de las entidades responsables de darle solución.
El mal olor y la turbiedad del agua procedente de su cisterna, alertó a Liusik el pasado 19 de mayo. El lunes 21, al realizarle exámenes de laboratorio al líquido, advierte la falta de cloro en él, evidencia de contaminación. La causa: una tupición en la cañería de salida de aguas negras de la vivienda y su acumulación en uno de los registros de entrada, que estaba contaminando el depósito de agua potable.
El mismo lunes 21 reportó la dificultad y explicó a la compañera que atiende las quejas de ese cariz en el municipio la urgencia de esta. Le argumentó incluso que «no es primera vez que en la cuadra ocurre un evento de tupición y varias veces han roto la calle, pues no hay registros para realizar estos trabajos. La tupición ha pasado desde tres casas adyacentes hasta la mía y aún (…) en la cuadra no construyen un registro».
«El martes 22 —evoca la doliente— vino el camión y dijo (el compañero) que no tenía de qué forma romper la calle, que sería informado y vendrían al otro día a resolver el problema. El miércoles 23... Esperé y no llegó nadie. El jueves 24 voy nuevamente al Acueducto y me recibe un inspector al que vuelvo a explicar la situación y me dice que pasaría por mi vivienda a evaluar cómo resolver el problema... Nunca llegó.
»Martes 29... Visité nuevamente el Acueducto, expliqué otra vez a otra compañera todo lo anterior que me había sucedido. Me informan que en la computadora no había un reporte ni informe de la tupición. Buscan en el historial y aparecen todas las roturas reportadas las veces anteriores en la cuadra pero no la mía. Pusieron la orden y me dijeron que en las próximas 72 horas recibiría el servicio, el cual es realizado por una brigada de San Miguel. Además, un inspector me acompañó para verificar la contaminación de la cisterna y me preguntó si le permitía realizar un registro delante de mi vivienda, a lo cual respondí afirmativamente».
El día 30, continúa la capitalina, aparece el camión y una vez más, le comunican que no tienen cómo romper la calle. El jueves 31, de nuevo visita la mujer a las instancias de Acueducto y Alcantarillado, donde le contestan que ¡no sabían! que había que perforar «y que había sido el chofer del camión el que había puesto detrás de la orden lo del dichoso hueco, porque el inspector no lo hizo en su descripción». No obstante, le aseguraron que el próximo servicio podría ser el mismo día 30 o el 31.
Ya «escamada» en estas gestiones, acudió la afectada a la Oficina de Vectores y habló con el Subdirector de Higiene y Epidemiología del municipio, quien «llamó delante de mí al Acueducto explicando mi situación, y le respondieron una vez más que la orden estaba dada, que probablemente ese mismo día o el viernes recibiría el servicio. De más está decir que nuevamente me quedé esperando».
Al momento de escribirnos, el pasado 5 de junio, la cisterna seguía contaminada, el servicio de destupición brillaba (o mejor hedía) por su ausencia y solo gracias a la solidaridad de los vecinos, Liusik había podido cocinar, beber, limpiar y asearse durante tantas jornadas. Desesperada. Así dice sentirse en su misiva. Y uno la entiende.