Acuse de recibo
Tras 20 años trabajando fuera del sector educacional, el licenciado en Educación Ramón E. García Rojo (calle 7 No. 8, entre F y G, reparto 1ro. de Enero, Ciego de Ávila) decidió regresar a la enseñanza, en su especialidad de Química. Sucedió hace seis cursos, cuando integró el claustro del IPU Roberto Espino Ávila, de su municipio.
Entonces se le dio la oportunidad de cursar un doctorado curricular en Pedagogía y, con este fin, como tenía además computadora y teléfono en su domicilio, se le instaló servicio de correo e internet. Pero hace alrededor de siete meses, cuando un día fue a revisar el correo, cuenta Ramón que advirtió le habían retirado el servicio.
«Le pregunté al técnico de computación de mi centro y me respondió que me habían suspendido el servicio pues no había pasado un curso que estaban dando los compañeros del Departamento de Informática del municipio. A estos me dirigí y me respondieron de igual forma. (…) Hice algunas gestiones con directivos de la Dirección provincial y, entre respuestas imprecisas, aún no tengo la conexión, lo que me ha limitado en mis estudios de doctorado», evoca el docente.
«En ocasiones —añade— he tenido que viajar 60 kilómetros hasta la capital provincial para poner una tarea en el gestor de la universidad, que solo me lleva unos minutos (…), además se ha limitado mi comunicación con los tutores y otras fuentes de información e investigación».
El mencionado curso, según averiguó el profesor, tenía una duración de unas tres horas y su contenido se centraba en un código de ética para el manejo de la conexión. Sin embargo, apunta Ramón, no resulta éticamente loable que le retiraran sin previo aviso una posibilidad de la que había hecho correcto uso durante más de tres años.
«Tal situación ha provocado que durante este curso no hemos podido trabajar con la sociedad científica a la que pertenecen los alumnos, y que es el tema principal de mi doctorado, al no poder buscar la información necesaria», refiere el educador.
Lo más lamentable es que el docente ha valorado pedir la baja de su instituto, cuando de lo que se trata es de sumar la mayor cantidad de profesores que se pueda, pues el país los necesita.
No ha de desconocerse la importancia que el curso referido o cualquier otro que se habilite tienen para el buen uso de la conexión, sea en las instituciones o en los hogares, pero, ¿no había alguna solución de flexibilidad que no implicara suspenderle el servicio a este docente? ¿Qué pueden explicar al respecto las autoridades de Educación del municipio y la provincia?
Con la misma prontitud y firmeza que la han llevado a exigir en este espacio la presencia de determinados servicios médicos en su territorio, la mayabequense Mirta Febles Febles (calle 10 No. 131, entre 1ra. y 3ra., Bejucal) quiere agradecer la esmerada atención que recibió en el capitalino hospital Calixto García.
Aquejada por un quiste bronquial, la remitente tuvo que ser operada en dicho centro de salud «por un excelente colectivo de médicos otorrinolaringólogos. En los cuatro días de ingresada en la sala (…) me sentí en un hotel cinco estrellas».
«Mi doctora Carmen Toledo Valdés y su equipo, las enfermeras y el personal de servicio me atendieron con tremendo amor», relata la paciente. Y quiere que su gratitud llegue de igual forma a todos los trabajadores de esa emblemática institución de la salud cubana.