Acuse de recibo
Daniel Vega Fernández (Calzada No. 452 e/ E y F, apto. 10, Vedado, La Habana) vivió junto a su esposa un thriller de extravío en medio del pasado Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, cuando en vacaciones «cinematográficas» para disfrutar de la fiesta del celuloide, el 16 de diciembre se percataron de que su compañera había extraviado el celular.
En retrospectiva, como esos filmes que viajan en el tiempo, la pareja reconstruyó el itinerario fílmico de esos días y desistió de seguirle el rastro al aparatico. Pero Daniel persistió. Como en una escena del magistral Hitchcock, sondeó el misterio: timbró al móvil de su esposa. Y en segundos devolvieron la llamada. Una voz desconocida le anunciaba: «Acaba usted de llamar a un teléfono que ha sido encontrado en el Cine 23 y 12».
Eufóricos por la llamada feliz —y no la fatal del homónimo filme Hitchcock—, fueron a 23 y 12 con incertidumbre, porque saben de bromas crueles de quienes se apoderan de los móviles y luego llaman a los dueños para burlarse.
Pero cuando llegaron al cine se toparon con el set de la esperanza: estaban los trabajadores, con su directora al frente, quien le exigió un proceso de identificación. Daniel marcó el móvil de su esposa de nuevo y se identificó con su carné de identidad. Sus datos quedaron asentados en el libro de incidencias.
Marcados por el final feliz, supieron de boca de la directora que cuando se encienden las luces tras cada función, y los espectadores salen hechizados por la magia del cine, los acomodadores se dedican a buscar objetos extraviados en el lunetario para devolverlos a sus legítimos dueños. En el caso de los celulares, marcan a los contactos más usados para avisar del hallazgo.
Si el Cine 23 y 12 es hoy la Cinemateca de Cuba, las escenas de la recuperación de tantos extravíos bien pudieran figurar en la memoria fílmica de esos valiosos archivos del Icaic, donde se eternizan tantos lances entre el bien y el mal.
Tamara Nolasco López (Ocho Sur 757, altos, entre San Gregorio y Santa Rita, Guantánamo) cuenta que en esa cuadra se realizó el arreglo de la conductora que, supuestamente, permitiría que llegara el agua en su ciclo, sin necesidad de usar turbinas, y hasta la segunda planta.
Tradicionalmente, en esa zona hubo déficit de agua. Y con el arreglo, se provocó el consiguiente mal estado de la calle, huecos profundos y fango, lo que los vecinos asumieron con la fe de una mejoría en el servicio. Pero es aún una asignatura pendiente, «solo por ineficiencia de los valvulistas», quienes no hacen su trabajo con propiedad, enfatiza.
Cierta vez fueron 40 días sin agua. Se les dijo por los ingenieros de la obra, que a raíz del arreglo, deben manipularse todas las válvulas del circuito para lograr un servicio eficiente (cerrar unas y abrir otras), y verificar con el controlador de agua de la zona con cuántas vueltas llega con presión el líquido en condiciones normales y con cuántas en condiciones anormales.
Hace casi cuatro años que se hizo el arreglo y no tienen el servicio eficiente en el ciclo que les corresponde, apunta. Y a menos de 50 metros, se bota y con gran presión. Específicamente, en el 8 Sur, entre San Gregorio y Santa Rita, el servicio es entre las tres y las cinco de la madrugada, solamente en algunas casas.
En las pocas casas que reciben agua, refiere, hay que chupar la turbina para robársela, como se dice vulgarmente. Y estar constantemente conectando y desconectando la turbina, repitiendo cada diez minutos la misma operación, para al final no poder llenar los depósitos de agua y esperar cuatro días para trasnochar.
«No es justo que la máxima dirección del país invierta recursos en un macroproyecto como el de la conductora de agua del sur para mejorar nuestra calidad de vida, y por irresponsabilidad de unos pocos no se logre el objetivo».
Cuando escribió el 19 de diciembre, Tamara se había comunicado con la oficina de despacho de Acueducto y Alcantarillado, para tramitar su queja por la situación cada vez más agravante en la cuadra. Y según señala, fue muy mal atendida. Le dijeron que le colgarían el teléfono y que no podían decirle cuál era su ciclo de agua; que le iba a llegar de madrugada porque la dirección del país indicó, por ahorro de energía, apagar los motores a las 5:00 p.m.
«¿Siempre seremos los mismos los afectados, si se apagan los motores a las 5:00 p.m.? ¿Por qué no se hace un reajuste en los horarios para que sean escalonados, de manera que no siempre se afecte el mismo circuito?», concluye.