Acuse de recibo
Desde que se inauguró en 1993 el reparto Iberoamericano, circunscripción 33 del municipio de Holguín, cuenta con confortables edificios y la mayoría de los servicios que acompañan a estas comunidades hechas por la Revolución, narra el lugareño Héctor F. Calzadilla Pupo (edificio 5, apartamento 4).
Señala Héctor que en el acto de inauguración se nos dijo «que faltaba la bodega; pero que en su momento también la tendríamos».
«Posteriormente, el hotelito que era del Micons fue convertido en viviendas, y el almacén que tenía esa instalación las autoridades locales de ese tiempo manifestaron su anuencia para que fuera la prometida bodega de la comunidad», apunta el remitente.
Han pasado más de dos décadas; de la bodega, nada.
Y adjunta a su misiva un resumen de las gestiones efectuadas por factores de la comunidad, el cual demuestra la búsqueda de la ansiada bodega para una población de más de mil habitantes, quienes «deben trasladarse diariamente a una bodega lejana, chiquita, en mal estado y con hacinamiento, para atender a otras personas no solo de la circunscripción 33».
El lector manifiesta ser testigo de los ingentes esfuerzos del representante del Poder Popular en la base para resolver este significativo problema; pero considera que no ha tenido la ayuda necesaria. «Es un planteamiento que se reitera en cada rendición de cuentas», se duele el holguinero.
¿Por qué nos suceden estas cosas: promesas, en obras inconclusas, que se quedan sin que finalmente nadie responda por su ejecución? Esperemos que no haya que reinaugurar el reparto en el 2023 o 2033, para que aparezca la bodega demandada por sus pobladores.
El capitalino Hilario Cuba Soto (Real No. 6, Bacuranao, Guanabacoa) nos escribe con dos satisfacciones y una angustia. Resulta que visitó hace poco la notaría de Malecón para realizar una gestión personal «y es meritorio resaltar el trato que da todo el personal de esta institución, en especial el abogado Raúl y otro compañero que trabaja junto a él. Desde que uno entra, recibe la atención esmerada de la secretaria».
«Todo esto contrasta —señala el lector— con lo que me sucedió posteriormente. Necesitaba dos sellos de cinco pesos y me dirigí al Correo más cercano, en Línea y Paseo; cuando llegué noté en este cierto grado de abandono; al solicitar los sellos, eran las 8:30 a.m., no había, pues estaban en la caja fuerte y ni el económico ni el administrador se encontraban. Según las compañeras trabajadoras, el administrador estaba en camino».
La cola, rememora el cliente, aumentaba, integrada por varios ancianos que querían cobrar su pensión y otros aguardando por sellos. También mientras esperaba, Hilario advirtió otros problemas, por ejemplo, que no estaban cobrando la electricidad hasta nuevo aviso, y tampoco se podían pagar giros hasta que alguien enviara alguno.
«Ya a las 10:30 a.m. pregunté si era real que el administrador venía en camino. Respuesta: imagínese, vive en San Miguel del Padrón. A las 10:45, otra compañera y yo salimos, cruzamos Línea y tomamos una máquina hasta el Correo del Focsa, donde pudimos comprar los sellos, además (…) la atención fue diferente, parece que son estos dos correos de mundos diferentes (…), ¿hasta cuándo pasarán estas cosas?», cuestiona razonablemente el capitalino.