Acuse de recibo
Elena Mori Estévez (Panchito Gómez 93, esquina a Maceo, Yaguajay, Sancti Spíritus) lleva un año denunciando «la insalubridad insoportable que hay en nuestra vivienda por la ilógica, absurda e impuesta decisión de ubicar el parqueo de coches de tracción animal para el transporte de pasajeros a lo largo de todo el lateral de la misma».
Señala que todo se exacerba por las indisciplinas de los cocheros, que orinan en la pared de su casa, vierten las bolsas de estiércol de los animales en el jardín y en la calle, gritan, escandalizan y ponen música en el coche a elevados volúmenes, desde temprano en la mañana hasta el atardecer, durante toda la semana.
Anota que debido a sus quejas, se han tomado algunas medidas —insuficientes— por Comunales: pintar de cal todo el borde de la acera y de vez en vez, con un camión pipa regar un poco de agua en la calle, que no logra arrastrar la orina y el estiércol acumulados en los huecos, cerrados a medias en su momento, pero ya abiertos.
«La garrapata y la mosca no se eliminan con cal, sostiene; además, ante tanta falta de saneamiento y sobrada impunidad, el jardín de mi casa es un basurero público y la basura permanece días, a veces semanas sin que la recojan».
En la última reunión de la comisión para dar respuestas a sus insatisfacciones, relata, estuvieron presentes los directores del Centro de Higiene Municipal y de la Unidad Presupuestada de Servicios Comunales, quienes coincidieron en que ninguna medida que se tome en el lugar será suficiente para lograr la higienización, por el alto grado de suciedad y pestilencia que generan la orina y las heces de los animales. Y sugirieron que se debía analizar la situación y buscar un lugar adecuado para dicho parqueo.
«Ya estamos en abril, se aproxima el calor asfixiante, los días son más largos. Los coches comienzan a llegar desde las 5:30 de la mañana y permanecen aquí hasta las 7:00 p.m. y un poco más. Cada día oscurece más tarde. Ya empezaron a reaparecer en mayor grado las garrapatas en las paredes de mi cocina, y con ellas comenzó mi hermano sus ciclos habituales de antibióticos, pues padece de soriasis crónica y la picadura de la garrapata le infesta la piel. Ya irrumpió también la invasión de moscas con toda su carga contaminante para el ambiente doméstico».
Elena cuestiona: «¿Hasta cuándo tendremos que soportar esta situación? ¿A quién acudir para ser escuchados? ¿Quién es el responsable y cómo debe exigir? Es contraproducente que en medio de esta gran batalla que libra el país contra el Aedes aegypti y otros vectores, lo que involucra gran cantidad de recursos humanos, materiales y financieros y un esfuerzo tremendo en medio de limitaciones económicas, hoy permitamos impunemente a la vista de todos, en el centro de Yaguajay, una zona totalmente insalubre», concluye Elena.
Desde calle D No. 264, entre 12 y 14, en el reparto Guernica de Camagüey, denuncia Georgina Antón Pérez ciertas indolencias e insensibilidades que percibe en el cementerio general de esa ciudad.
Relata que el 25 de enero pasado falleció su hermano Miguel. Y cuando llegó el cortejo a la necrópolis, y hubo que sacar el ataúd del carro fúnebre y trasladarlo a la bóveda, a una distancia de tres cuadras, el empleado que fungía de guía al entierro les comunicó que los familiares debían cargar la caja, pues era una orden administrativa.
La comitiva estaba compuesta por ancianos y mujeres en su mayoría. Y estuvieron media hora levantando y bajando el ataúd, por su peso, «ante la mirada impasible de muchos empleados del camposanto», precisa.
«¿De quién es ese contenido de trabajo? Vimos a empleados sentados en el parque frente al cementerio sin hacer nada. Y conozco que se han dado casos de sepelios en que los deudos han tenido que salir afuera, contratar personas ajenas y pagarles para que carguen el féretro», finaliza Georgina.