Acuse de recibo
Desde Finca Paso Seco s/n, carretera de Jaruco, Campo Florido, Jaruco, escribe Miguel Rodríguez Mesa, para alertar sobre una carencia que, siendo de sencilla solución, ha permanecido obstaculizando el bienestar de muchos en aquella zona.
Resulta que desde el pasado 19 de julio, para beneplácito de los lugareños, la Terminal de Ómnibus de Guanabo amplió el recorrido de la ruta 466 desde Guanabo hasta Jaruco, narra el remitente. Pero la buena medida —apunta— nació con el hándicap de que se eliminaran varias paradas del nuevo recorrido, en el tramo entre Castilla y Jaruco, sin tomar en cuenta su antigua existencia.
«Esta cuestión —observa el lector— hace que ancianos, niños y madres con hijos pequeños tengan que trasladarse largas distancias para tomar el ómnibus. La situación ha sido planteada a los delegados del Poder Popular en la zona, es de conocimiento de las máximas autoridades gubernamentales del municipio de Jaruco, lo saben los compañeros de la Terminal de Jaruco (…), los de la Terminal de Guanabo, y después de casi seis meses la situación se mantiene».
Relata el doliente que en noviembre de 2015, en la rendición de cuentas de las autoridades de las circunscripciones de la zona, ante el reclamo se planteó que «la carretera está en mal estado y que cuando fuese arreglada se pondrían las paradas que faltan».
Miguel reconoce que la vía tiene tramos con bastante deterioro, pero no ve la relación directa entre ese problema y la decisión de no parar en determinados puntos. Además, señala, ya los de segmentos de mayor destrucción han sido mejorados.
«El que les escribe tiene que caminar más de dos kilómetros diarios desde las seis y media de la mañana (…) para coger el ómnibus de su centro de trabajo porque, al no haber parada en la zona donde resido tengo que ver cómo me pasa por el lado la ruta 466 sin recogerme», refiere.
Y reflexiona el remitente que si lo más difícil, que era reponer los ómnibus, ya se logró, incluso con 12 viajes al día, por qué lo más sencillo sigue pesando como una barrera. El restablecimiento de estas paradas, opina, complementaría el eficiente servicio que brindan los trabajadores de la Terminal de Guanabo, que el lector no duda en calificar de «Cinco Estrellas».
No constituyen asunto nuevo las demoras en traslados telefónicos de líneas fijas cuando los propietarios cambian de residencia. Y casi siempre, la dilación se basa en la no disponibilidad técnica en el nuevo lugar de la vivienda, según ha explicado en más de una ocasión Etecsa. Pero como hemos apuntado otras veces, lo que no debe faltar, al menos, es la comunicación oportuna y detallada a quienes aguardan.
Bárbara Larrañaga Aragón (Calzada de San Miguel No. 12212, e/ Gárciga y Coyula, Alturas de San Miguel del Padrón) permutó desde julio de 2014 desde el Barrio Obrero hacia su actual dirección. El 16 de ese mes solicitó su traslado y se le dijo en la Oficina Comercial de la empresa La Cumbre, que el proceso tardaría aproximadamente dos meses. Aún espera.
Un tiempo antes de escribirnos (la carta es del 5 de enero), Bárbara llamó a su antiguo número (76986581) y le salió una señora; le explicó que lo tenía hacía poco y que era en Luyanó. «¿Cómo es posible que otra persona ocupe mi número (…) cuando yo llevo tiempo esperando el traslado?», se pregunta la afectada.
Similar situación atraviesan Jorge Esteban Fernández Pedroso y su esposa (calle D, No. 310 interior, e/ 7ma. y 8va., reparto Poey, Arroyo Naranjo), con el agravante de que este matrimonio de jubilados espera desde 2012, fecha en que permutaron de otra vivienda que está tan solo ¡a 200 metros! de su actual residencia.
«Esta permuta la efectuamos porque tengo una hija retrasada mental tipo moderado y epiléptica; y ella tiene más amplitud y comodidades en la actual vivienda… Para colmo mi número de teléfono (76444518) se lo pusieron a otra persona sin mi conocimiento, cosa que creo no puede hacerse», se duele el capitalino.
¿Acaso la Empresa no debe al menos comunicar oportunamente procederes de esta índole? Y en cuanto a la demora: por un tiempo breve se comprende. Pero… ¿¡cuatro años!?