Acuse de recibo
El 13 de enero pasado, reflejé la inquietud de Jesús Rodríguez Vega, residente en el reparto Chibás, del municipio capitalino de Guanabacoa, acerca del servicio que presta el Sistema de Atención a la Familia (SAF), con esos modestos, pero útiles comedores subvencionados estatalmente para nuestros ancianos más vulnerables.
Jesús refería que muchos viejitos acostumbraban buscar el almuerzo y la comida de una sola vez, para ahorrarse molestias bajo el sol o la lluvia, con muletas, bastones, sillas de ruedas o haciendo malabares físicos para llegar al comedor. Y censuraba que dispusieran que debían ir dos veces al comedor, en almuerzo y comida, lo que implica para ellos mayores esfuerzos y contratiempos.
Al respecto, el pasado 18 de junio, y con tardanza de más de cinco meses, respondió Felipe González Báez, especialista principal de la Empresa Provincial de Gastronomía de La Habana, citando el acápite cinco de la Resolución 40 de 2007, del Ministerio del Comercio Interior:
«Las unidades del SAF deben promover que los censados efectúen la alimentación en la propia unidad, en aras de brindar mejor calidad en el servicio, y asegurarnos que sea efectivo el consumo, lo que contribuye a propiciar la actividad social y mejorar la calidad de vida de los censados».
La respuesta a la inquietud de un ciudadano, que puede ser la de muchos, no debe ceñirse a citar mecánicamente una resolución de 2007 que, dicho sea de paso, no es una norma vitalicia, si no que puede modificarse con los criterios que la misma vida arroje.
No conozco si en 2007, para aprobar la misma, se consultó antes con los propios beneficiarios. Pero si la terca vida dicta reconsideraciones, ¿Por qué no hacerlas? Hay comensales y comensales en esos comedores. Si bien lo ideal es que consuman los alimentos allí, ello no quiere decir que se cierre la normativa a considerar excepciones, como los ancianos e impedidos físicos que tienen dificultades para trasladarse, y pueden adquirir sus dos comidas de una vez, porque tienen capacidad de refrigeración en sus hogares.
La flexibilización es una asignatura pendiente en nuestra sociedad, para evitar miradas globales y drásticas, que solo ven lo estándar. La visión puntual de cada caso es vital en materia de situaciones sociales, en un país que registra un vertiginoso envejecimiento demográfico.
En tal sentido sería muy útil que, por medio de los SAF, se cree también el servicio a domicilio a los ancianos que lo requieran. Solo hacen falta mensajeros, bicicletas y cantinas. Y voluntad de corazón.
Idia Astrid Vivar (Neptuno 380, apartamento 2, entre Oquendo y Marqués González, Centro Habana) cuenta que el 25 de marzo pasado sufrió un accidente que le provocó una luxufractura del tobillo, al salir de las oficinas del Carné de Identidad en ese municipio capitalino.
Lo que le conmovió fue que inmediatamente, dos personas la cargaron (ella es una persona obesa) y la llevaron en un carro del Ministerio de Industrias al Hospital Calixto García. En particular, el chofer del auto no se movió de allí hasta que su yerno apareció y se hizo cargo de la situación.
Como si fuera poco, Idia tuvo una atención médica extraordinariamente profesional y humana de parte del doctor Julián Soto Blanco, un ortopédico muy joven, y de los técnicos que estaban de guardia.
Por último, confiesa la señora que los técnicos del Centro de Rehabilitación de Cuba y O’Reilly, en La Habana Vieja, la han tratado posteriormente con esmero, paciencia y gran cariño, desde su fisioterapeuta Erick hasta los agentes de seguridad y las recepcionistas.
Idia Astrid, una mujer de 67 años, pasó un momento verdaderamente difícil en su vida, y solo encontró solidaridad, profesionalidad y cariño de muchas y variadas personas. Y eso nunca lo va a olvidar.