Acuse de recibo
El pasado 17 de abril, y desde Guanabacoa, en la capital, Lida Fernández, jubilada de 73 años, contaba que a causa de su enfermedad degenerativa de los huesos, le indicaron un certificado para la adquisición de un bastón simple.
La anciana llamó por teléfono al Laboratorio Ortopédico Cuba-RDA y del lado de allá de la línea le informaron que hace rato no había bastones simples y que por el momento no habría. Ante la insistencia de Lida, la voz respondió que había un año para que se venciera el certificado.
Lidia no aceptaba que Cuba, país que registra un envejecimiento demográfico, no esté preparada para garantizar un bastón simple a cada anciano, y que haya que adquirirlo por otras vías, mucho más costosas, para las cuales ella no tiene solvencia.
Al respecto responde la doctora Tania Bárbara Guerrero, jefa de Atención a la Población del Ministerio de Salud Pública, que, de acuerdo con la investigación realizada, no se pudo identificar a la persona que en Cuba-RDA respondió la llamada, pues la pizarra telefónica de allí no tiene la tecnología de un sistema de grabación. E informa asimismo que está planificada con Etecsa la instalación de una pizarra que permita ese tipo de control.
Precisa que «no ha existido afectación en el abastecimiento de bastones en el presente año, y el arribo de la importación estaba previsto para la primera quincena de junio, lo que permitirá contar con ese recurso».
Agrega que la comisión visitó a Lida, y se le solucionó su necesidad de bastón, además de explicarle la proyección aprobada de conjunto con el Ministerio de Industrias de sustituir esa importación con producción nacional.
Agradezco el esclarecimiento del caso y la solución a la paciente. Y compruebo con esta historia cuán importante es que, en una institución de este tipo, las personas que respondan a los pacientes tengan no solo la información precisa, sino también la sensibilidad para proporcionarla. Una voz desactualizada e indolente, desde el anonimato telefónico, puede afectar la imagen de cualquier entidad.
Un árbol de más de diez metros de altura y con el tronco podrido tiene en ascuas desde el jardín a los residentes de Calle 310 No. 2938, en el reparto Fraga, del municipio capitalino de La Lisa. En cualquier momento puede desplomarse con las lluvias y los vientos.
La denuncia la hace Omayda Pérez, quien revela que en esa casa conviven cinco personas, entre ellas una anciana de 92 años y un bebé de un año. A principios de 2013 solicitaron a Forestal Municipal el dictamen para su derribo. Y fue aprobada la tala en febrero de ese año.
Les indicaron que la entidad que realiza tal labor es Áreas Verdes Municipal. En esta última vieron al responsable de dichos trámites, quien les dijo que el asunto se debía coordinar con la Empresa Eléctrica, para enfriar las líneas del tendido. El responsable quedó en ir a verlos, pero no fue.
El pasado 20 de mayo acudieron a Atención a la Población del Gobierno municipal. Allí les informaron que Áreas Verdes no podía hacer el trabajo, porque no le competía, ya que el árbol estaba dentro del jardín de la casa.
Al alegar los vecinos que no podían asumir la tala por su cuenta, por la cercanía con el tendido eléctrico, les dijeron que Áreas Verdes no contaba con la grúa requerida para ello. Pero, según averiguaciones hechas, Áreas Verdes Provincial sí tiene disponibilidad de hombres y grúa para la tala, pero se tenía que hacer la coordinación desde la base, a través de Áreas Verdes de La Lisa.
Ahora, además del dictamen de la Empresa Eléctrica para enfriar la línea, esperan por la asignación de la grúa desde la provincia. Y en el territorio les plantearon que históricamente han podido contar con la grúa de marras una o dos veces al año. Hay casos pendientes desde 2009.
Todo se complica porque el dictamen para la tala caduca el 25 de junio próximo. De no hacerse en esa fecha, tienen un plazo de 15 días, con la complicación de que si no puede hacerse, no se emitirá otro dictamen hasta el próximo año.
«Hemos coordinado por nuestra cuenta el derribo del árbol por particulares —afirma—, pero todos los que han venido a verlo nos dicen que no se atreven por temor a que el árbol se caiga durante el trabajo», concluye Omayda.