Acuse de recibo
René González García (calle C No. 364, altos, entre 7 y 78, reparto Sueño, Santiago de Cuba) anda muy preocupado con una paradoja visible: el país invierte cuantiosos recursos en la importación de medicamentos o en su producción nacional, para que personas inescrupulosas vengan a lucrar a costa de ellos.
Es inexplicable para él —y para cualquier cubano sensato— que falten hasta tres meses o más los medicamentos controlados en las farmacias por el tarjetón del paciente que los requiere, esos que ya tienen un destino de venta fijo, y en la calle se vendan «por la izquierda», en el mercado negro, a precios exorbitantes, por revendedores inescrupulosos.
La pentoxifilina que debe tomar la madre de René, en la farmacia le dicen que está en falta; y en la calle se vende a 50 pesos. Lo mismo sucede, añade, con la levotiroxina, el corinfart, la aspirina y el alcohol para los diabéticos, apunta el remitente.
«Si no compras los medicamentos del tarjetón en los primeros 15 días del mes, cuando surten las farmacias, tienes que convertirte en un artista caminando todas las farmacias, incluyendo las de otros municipios», señala.
Adelantándose quizá al posible argumento de que hay déficit de algunos de ellos por equis razón —lo que justifica mucho menos el descontrol que genera el mercado negro—, René considera que si son controlados por tarjetón, para quienes de verdad los necesitan, lo correcto sería que distribuyeran racionalmente la cantidad con que se cuenta por farmacias y por paciente, de manera que a todos lleguen los posibles.
«Hay algún mecanismo de distribución que no está funcionando bien —afirma— o las personas responsables no le están dando la debida atención a este asunto, que cada día se pone peor», manifiesta.
Me sumo a la inquietud de René, y agrego que el problema requiere información pública esclarecedora, para saber hasta dónde la razón radica en el déficit real de medicamentos y hasta dónde en el manejo turbio de los mismos, que concluye en los pasadizos sombríos del mercado negro. Y si son las dos causas a la vez, a la segunda hay que tomarla por los cuernos con más razón.
Otra inquietud mucho más específica es la de Leticia María Rojas (La Agraria, Cacocum, Holguín), quien lanza un S.O.S. en nombre de los operados del corazón en esa provincia, que toman warfarina sódica, un medicamento anticoagulante que los protege, y para el cual desde fines de noviembre de 2014 no hay reactivos.
Ella explica que dicho reactivo es imprescindible para realizar el análisis de sangre denominado tiempo de protrombina, que permite regular la dosis y evitar que se produzcan trombos.
«Esto —subraya— lo estoy sufriendo en carne propia con mi esposo, Carlos Luis Ramírez, operado de estenosis aórtica, quien está presentando problemas de salud constantemente y ha padecido de hematomas y sangramientos, y para quien el cardiólogo ha tenido que ajustar la dosis a ciegas.
«Somos un país bloqueado —señala—, y en materia de salud somos un ejemplo de altruismo y esfuerzo, aun con problemas de recursos. Pero ni en los momentos más duros del período especial faltó este reactivo por tanto tiempo.
«Y es triste que con los esfuerzos y la dedicación con que son atendidos estos pacientes, con el costo tan alto que tienen estas operaciones, por la falta de un reactivo tengamos que ver con impotencia cómo se deteriora la salud de nuestro familiar.
«Mi esposo tiene 57 años, y hace 27 que lo operaron. Gracias a nuestro sistema de salud ha podido disfrutar de una buena calidad de vida, pero siempre con sus complementarios al día», concluye Leticia María.