Acuse de recibo
José Manuel Barba Cartaya, promotor del proyecto comunitario Sembrando Hombres, del pintoresco barrio marinero de Cojímar, en la capital, me envió un hermoso alegato por ese poblado de pescadores que hechizara a Ernest Hemingway. Y lo reproduzco, porque forma parte de la inquietud generalizada de los habaneros por la actual situación de la higiene en su ciudad:
«El próximo 20 de mayo mi amigo Miguel cumplirá 101 años, vividos en Cojímar con mucha sencillez, como toda su familia. Como hacerle una fiesta o comprarle un cake no preocupa, él estará conforme “con cualquier cosita”. Lo preocupante para esta familia y todas las del Consejo Popular Cojímar, del municipio de La Habana del Este, es el alto nivel de contaminación ambiental que amenaza la salud de todos.
«La mejor medicina es la que precave», es una afirmación martiana escrita en una pared a la entrada del policlínico Gregorio Valdés. Tal pareciera que nadie la lee. Cuando recorremos el territorio del Consejo nos percatamos del peligro que corren sus pobladores de contraer enfermedades gastrointestinales severas, o de un brote de dengue; de la proliferación de vectores (moscas, roedores y mosquitos).
«Son numerosos los lugares donde se concentran grandes basureros, que crecen en sucesión geométrica a escasos metros de los círculos infantiles Sueños Marinos y Santiago Rojas, de la panadería Sol de Cuba, del comedor comunitario El Pescador, de una escuela, de un restaurante como La Terraza, de comercios donde compramos los alimentos de la canasta básica y de consultorios médicos. Las moscas invaden estos sitios y los niños conviven con ellas. Los panes y los dulces son cubiertos literalmente por ellas. Las casas aledañas tienen que permanecer cerradas. En los comedores y restaurantes es imposible evitarlas.
«Súmense a estos basureros, que son capaces de cerrar el tráfico en algunas calles, los salideros de agua: albañales y potables. La calle Real, donde el tráfico vehicular es alto y constituye vía principal para los ómnibus de turismo que acceden al centro histórico, es un monumento a la chapucería y la despreocupación (...) Es un tramo de unas diez cuadras destruidas, llenas de zanjas mal tapadas y por donde los salideros proliferan, uniéndose las aguas “negras” con la potable. ¿Qué imagen dejamos para el turista? ¿Nos verán como el pueblo de pescadores que vienen buscando tras las huellas de Ernest Hemingway?
«Cojímar significa en lengua aborigen “entrada de agua en tierra fértil”, en alusión al paisaje que marca la identidad del lugar. La playa y el río son elementos naturales agredidos durante años por la contaminación, motivo de denuncias desatendidas, de proyectos donde la falta de apoyo institucional provoca su desaparición por desmotivación.
«Un río de diez kilómetros, cuya cuenca es agredida por la población y entidades estatales, lo que provoca un alto índice de contaminación y un gigantesco reservorio de vectores transmisores de enfermedades. Una playa muy contaminada y sucia, donde la arena es cubierta por volúmenes de basura preocupantes.
«Por el oeste, las aguas albañales de la Villa Panamericana. Su sistema de drenaje está obstruido, y la laguna que se ha formado es preocupante. Ya nuestra costa, sitio donde nos reuníamos los pobladores para disfrutar de baños en el mar, está contaminada. Y nadie se percata…
«En resumen, a mi amigo Miguel no le preocupan los regalos o la fiesta que le puedan hacer. Le preocupan el caos y el desorden, la indisciplina y la despreocupación, la inefectividad del Consejo Popular en sus gestiones, la pérdida del patrimonio material de Cojímar. De su historia.
«El próximo 20 de mayo mi amigo Miguel cumplirá 101 años. No será famoso como Santiago, el protagonista de El viejo y el mar. O como Gregorio, el patrón del Pilar. Pero sería feliz si le regaláramos un entorno que le recuerde a su Cojímar de antaño. El que añora cada día, cuando sale a buscar el pan o cuando va al mercado, esquivando charcos, zanjas y basureros».