Acuse de recibo
Los trabajadores por cuenta propia esperan de las entidades estatales que les atienden y fiscalizan, el mismo rigor, respeto y disciplina que se les exige a ellos.
Dora Beatriz Cobas es hace más de 20 años arrendadora de una habitación en su casa, sita en calle 21, No. 4, entre N y O, en el Vedado, La Habana. Y como tal, ha acumulado una larga experiencia en esa ocupación, para siempre obrar con el espíritu de la Ley.
Ante la necesidad de obtener un libro nuevo de arrendamiento, porque el que poseía ya estaba lleno, en enero pasado Dora se presentó en la Dirección Municipal de Trabajo y Seguridad Social. Allí hizo la consabida cola, con enorme pérdida de tiempo.
Al fin, cuando la atendieron, le preguntó a su interlocutora si podía reinscribirla como tal, ya que en diciembre de cada año se hace y hasta entonces no se había realizado. Y quien la atendía le respondió que debía esperar a la visita de un inspector.
En febrero, un inspector visitó el edificio contiguo al de Dora, y ella pensó que se portaría por allí. Pero no fue así…
El lunes 23 de marzo, una vecina le alertó que en la Dirección Municipal de la Vivienda le habían informado que las reinscripciones de arrendadores cerraban el viernes 27, y como allí no tenían suficientes inspectores, habían comunicado que debían ir los propios arrendadores a esa entidad con los documentos, fotos y sellos requeridos.
El miércoles 25 Dora tuvo todo listo y se lo entregó a otra vecina (cuentapropista, gestora de trámites), quien se ocupa legalmente de dichas gestiones. Y esta le dio su nuevo carné de arrendadora el 1ro. de abril, con fecha de expedición de 31 de marzo de 2015, con todos sus datos personales y los datos referentes a la actividad.
Cuando Dora pensó que ya todo estaba solucionado, el pasado 9 de abril le deslizaron bajo su puerta una citación con un plazo de 48 horas para presentarse en la Dirección Municipal de Trabajo, y que de no hacerlo le darían baja como arrendadora.
La sorpresa fue que dicha citación… ¡aparecía firmada por ella misma! «Jamás firmé nada, pues nunca vi a quien me trajo dicho documento, a pesar de permanecer en mi casa. A mi juicio, constituye una falsificación de firma. Y quiero denunciarlo públicamente», concluye.
El bar La Esquinita ha esquinado a su vecino Dagmar Fernández, quien vive en Isabel Rubio 67, entre Adela Azcuy y Juan Gualberto Gómez, en la ciudad de Pinar del Río.
Cuenta él que la pared derecha de su domicilio coincide con la del centro gastronómico, el cual se halla en labores constructivas de remodelación desde finales de 2013.
Las relaciones eran buenas, pero se complicaron a partir de «negligencias que provocaban molestias en mi hogar, como la invasión sanitaria e hidráulica, pues se conectaron a ella sin mi permiso; seguido de todo lo que debes soportar de una construcción sin consideración alguna, con golpes contundentes en la pared sin ayuda de herramientas que facilitaran el trabajo. Y sin previo aviso».
Pero lo que más daña a Dagmar es que inconsultamente aumentaron a 3,80 metros la altura del muro que divide ambos patios, lo que afecta la iluminación, visibilidad y ventilación de su hogar. Así, el 14 de enero pasado, él se dirigió al representante de la obra y al administrador de la unidad, quienes le dijeron que todo estaba correcto, según los planos; y que, incluso, podrían hasta subir el muro más aún. «¿Será correcto construir sobre un muro colindante con una casa sin el acuerdo de ambas partes?», pregunta.
Dagmar buscó asesoría de abogados y arquitectos, y se dirigió a Planificación Física el 19 de enero pasado, dispuesto a defender su derecho. Y tras esperar los 30 días estipulados y más para una respuesta, se esclareció que el proyecto describía la construcción de rejas sobre el muro y no las cuatro filas de bloques que levantaron. Resultado: una multa y un acta que ordenaba la demolición del exceso.
Precisa Dagmar que la Directora de Alimentación Pública, luego de reunirse él con ella varias veces, acordó poner las rejas, como estaba estipulado. Pero ha pasado el tiempo y la obra sigue detenida. No se ha cumplido lo pactado.
«Planificación Física sigue con sus trámites (los cuales agradezco). Y yo, a la espera de ser padre, con mi esposa embarazada en casa, y sin tener donde coja aire y sol la ropa lavada, ya que la Empresa, y en sí la Directora de Alimentación Pública, no han realizado acción alguna. ¿Cómo quedo yo?», finaliza.