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Obrar con el corazón

Hay casos excepcionales, que deben verse y analizarse con el corazón y no con la cabeza fría, porque requieren toda la sensibilidad del mundo para buscarles una salida; o, al menos, un alivio. A esos seres desvalidos no se les puede dar la espalda.

Una historia vulnerable es la que cuenta en su carta Aniuska Cardoza Gómez, vecina de Los Maceos 148, en Sagua de Tánamo, provincia de Holguín: ella es madre de un niño de seis años discapacitado, que nació con una atresia esofágica con fístula traquiesofágica distal, dextrocardia con soplo, malformación del miembro superior izquierdo con hipoplasia del pulgar, y escoliosis hacia la derecha.

El pequeño posee una pierna más larga que la otra y estenosis anal. Fue operado de una hernia inguinal bilateral gigante (con malformación), por lo cual presenta incontinencia del esfínter vesical (se orina). Y debe ser sometido a otra intervención quirúrgica, pero no ha alcanzado el peso necesario para ello, pues su alimentación es por medio de una sonda por gastrostomía (todo licuado).

Tan delicada situación es conocida en su municipio, pues Aniuska, paradójicamente, fue trabajadora social. Y por los problemas del niño no pudo seguir laborando.

A los cuatro años de edad del pequeño, después de múltiples gestiones, le aprobaron como caso social una prestación de Asistencia Social de 159 pesos. Pero considera que esa ayuda es insuficiente para garantizar la alimentación del niño y sus medicamentos, así como para costear los viajes con turnos médicos a Holguín y La Habana, además de la electricidad y el agua.

Aniuska no pormenoriza qué respaldo recibe de la figura paterna y de otros familiares, que están en la obligación de auxiliarla. Solo especifica que vive en deplorables condiciones con sus abuelos, diabéticos y cardiópatas. Y el estado de la casa es desfavorable: las paredes están en malas condiciones, se moja entera por filtraciones. Y por ello, la salud del niño se complica reiteradamente.

La trabajadora social que los atiende le dijo que estaban dando una ayuda a los casos críticos desde hacía más de seis años, pero que su hijo no clasificaba en la lista. La madre le explicó al delegado de la circunscripción que el niño dormía en una camita rellena con ropas viejas, porque no tenía colchón. Le dijo más: que no poseía licuadora para hacerle los purés, y tenía que recurrir a la solidaridad de los vecinos.

Por último, Aniuska se entrevistó con la jefa de los Trabajadores Sociales, quien le aseguró que habían llegado unas donaciones a las tiendas industriales, artículos para los casos críticos más antiguos; pero que el niño no aparecía en el listado.

Le dijo también que tuviera paciencia, pues para este 2015 no puede ser, pues eran 410 casos y faltaban por atender 40. Que cuando salieran de todos, entonces se atendería el caso de su hijo como nuevo. Le aclaró que el caso de la vivienda ya no era problema de ellos, que debía esclarecerlo con la Dirección de la Vivienda y el Gobierno municipal.

Entonces, Aniuska fue a la Unidad Municipal Inversionista de la Vivienda (UMIV) y habló con la compañera que atiende los subsidios para construir. Esta le expresó que estaba dispuesta a ayudarla, pero tenía que buscar un terreno o la donación de una placa. ¿Dónde voy a buscarlos si apenas tengo donde vivir?, pregunta la madre.

Aniuska acudió al presidente de la Asociación Cubana de Limitados Físico Motores (Aclifim) en el territorio, quien le prometió que se reuniría para ello con la presidenta del Gobierno municipal y con el funcionario que atiende los casos sociales. Pero la atribulada madre sigue sin una respuesta.

Si la filosofía de nuestra sociedad es no dejar abandonado y desprotegido a un solo ciudadano, las autoridades e instituciones de Sagua de Tánamo tienen que buscar soluciones y paliativos para esta madre y su hijo. Si las mismas no están en las posibilidades del territorio, hay que pedir ayuda más arriba.

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