Acuse de recibo
Si la cultura artística y literaria y las actividades recreativas en amplio espectro no llegan como es debido a los municipios y a los barrios, poco se podrá edificar en el crecimiento humano a que aspira un proyecto social como el nuestro. Esta idea y otras relativas a la más elemental responsabilidad y rigor me asaltan tras leer la misiva de la camagüeyana María Cecilia Rosales Guerra (edif. 47, apto. 2, Micro II, Nuevitas), quien se siente defraudada por ciertas planificaciones «desplanificadas» que han afectado a su territorio.
«En varias ocasiones —refiere la remitente— se promueve por la radio, la televisión, por los promotores culturales y por otros actores, la actuación de artistas nacionales en presentaciones en la Plaza 1ro. de Mayo, del municipio, y en la de Camalote, con valores de entrada de diez a 20 pesos (MN). Algunos de ellos han actuado, pero otros, no».
El ejemplo más reciente, evoca la agramontina, ocurrió los pasados días 25 y 26 de octubre: «se vendieron alrededor de 4 000 entradas por el valor de 50.00 pesos para disfrutar de la actuación de Osmany García, y no se presentó en ningún momento».
No aclara la carta si se devolvió el dinero al público o si se le ofreció algún tipo de satisfacción; pero por el tono de lo escrito se infiere que estos mecanismos no funcionaron. ¿Quiénes debían garantizarlos? Con las pocas opciones recreativas que a veces asolan a nuestros barrios, ¿se pueden dar el lujo los organizadores a ese nivel de desencantar así a la gente? ¿Cuán responsables son los propios artistas en este desajuste?
La capitalina María de los Ángeles Claro (calle 27 A, edif. 22229, rpto. La Coronela, La Lisa) tuvo que ser operada recientemente de cáncer de mama en el Instituto Nacional de Oncología y Radiobiología (INOR). Como tratamiento posterior a la intervención le indicaron radiaciones. «Y quiero reconocer el buen trato y cariño con que atienden los médicos y especialistas del Departamento de Radio Terapia del Hospital (Yohana, Mónica y el resto del colectivo); aspectos muy necesarios para los enfermos de estas u otras patologías», recalca María.
Claro y preciso en su reclamo, el avileño Leonel Yánes García (calle Patria, No. 111, e/ Avenida de Tarafa y calle A, Morón), se siente afectado por la necesidad de baterías para la bicicleta eléctrica que adquirió hace tres años en una tienda recaudadora de divisas de su territorio.
Recuerda haber leído el remitente, en órganos de prensa nacionales, que la venta de estas bicicletas se viabilizaría en el país, así como de sus respectivas piezas de repuesto, entre ellas baterías y neumáticos.
«Para los que tenían o tenemos la bicicleta parada por falta de alguno de estos componentes, la noticia era muy alentadora; pero esto no se ha cumplido», se duele el avileño, y estima que deben ser muchos los afectados por el desabastecimiento de los dispositivos.
«Es imposible pensar —apunta el lector— que este medio de transporte que le cuesta a un cubano alrededor de 25 mil pesos, se convierta en un objeto desechable por falta de piezas»...
Con esta misiva, agrega el redactor, volvemos al que ya entre nosotros es un antiquísimo tema: la imprevisión a la hora de establecer un servicio cualquiera. Se garantizó en su momento la venta de los medios de transporte, pero no la reposición de componentes que habrían de necesitar. ¿Por qué? ¿Quiénes fueron responsables?