Acuse de recibo
El título lo puso el lector Yaisel Santana, quien tiene muchos criterios acerca de la Estación Central de Ferrocarriles de La Habana, por fuera una edificación tan hermosa y trascendental, pero que en sus entrañas alberga un sinnúmero de fealdades y problemas.
El remitente denuncia los problemas de iluminación que presenta dicha terminal frente a las taquillas de confirmación y venta de boletines, a más de la falta de ventilación. Destaca la desatención evidente en sus salones, «por la falta de espacio, identificación en las áreas, y ni mencionar los emblemáticos postes y falsos techos que descansan a nuestra vista, y mantienen apuntaladas las columnas y paredes, que parecen venirse abajo amenazando a los pasajeros».
Pero sobre todo se refiere a sus experiencias con el tren Habana-Los Palos, que es la opción de viaje más segura y barata de los residentes o visitantes de Luyanó, San Francisco, Cotorro, Cuatro Caminos, Moralito, Jamaica, Liberación, San José de las Lajas, Güines, San Nicolás, Nueva Paz y Los Palos.
Asegura que ha sufrido en varias ocasiones lo que enfrentó el pasado 3 de agosto con el referido tren: Llegó a la Terminal para confirmar a qué hora partía y preguntó en Información. Le comunicaron que saldría en el horario programado. Cerca del momento de salida, se informó que el tren no tenía máquina para cubrir el viaje pues estaba en el taller.
Varias personas abandonaron la Terminal con muy mala opinión y sin disponer de una alternativa. Después salió una empleada de Viajeros, molesta porque —según expresó— alguien había informado anteriormente que el viaje estaba cancelado. «Ya sería un fenómeno: primero lo cancelan, después informan que sale en hora, y más tarde que no se sabe si sale, porque la locomotora está en el taller», refiere.
Añade el lector que la empleada de la taquilla no supo dar una explicación. No fue capaz de salir a averiguar, o de llamar a sus superiores. «Simplemente —afirma— quedó sentada en la taquilla, y después entró y salió del local como si no tuviese trabajo. Como si aquello que tanto irritaba a hombres, mujeres y niños, no estuviese sucediendo».
Ante tantas insatisfacciones de quienes esperaban, reconoce Yaisel que otra empleada —siempre hay alguien digno— ofreció disculpas, a más de que salió en busca de una respuesta con los responsables. Esa persona retornó después de las seis de la tarde e informó a todos que la máquina estaba saliendo del taller, y que el viaje se iba a realizar.
«A ella, María Julia García Batista, representante de Viajero, nuestro agradecimiento, porque nos escuchó e informó, y demostró interés en la desesperación de los más de 50 pasajeros», señala Yaisel.
Pero ahí no termina la historia. A la hora de salir, y aun con los pasajeros muy irritados, les cobraron el cien por ciento del pasaje, sin descuento alguno, contrario a lo que expresaba un cartel, contentivo de los derechos de los clientes ante el atraso en salidas y llegadas.
Ante las burlas de los pasajeros y los criterios vertidos, la empleada sostuvo que no tenía indicado el descuento. «¿Dónde quedó la política de protección al consumidor en ese establecimiento? ¿Conoce el Ministerio de Transporte de tantos atropellos, violaciones e insensibilidades?», pregunta Yaisel.
Y cuestiona más:
«Cuando se cancela un tren a esas horas de la tarde-noche, ¿por qué la Unión de Ferrocarriles de Cuba no alquila un ómnibus para resarcir los daños y perjuicios de sus pasajeros? ¿No saben lo que es brindar un servicio con alta cuota de responsabilidad, compromiso y respeto a sus clientes? Y no voy a hablar de los modales, tan ausentes a la hora de tratar a los pasajeros en la puerta de salida hacia el patio.
«El día antes (2 de agosto) el tren no salió, y ese domingo (3) demoró su única salida porque la locomotora estaba en el taller. ¿Y cómo se trabaja, de qué manera se garantizan esos viajes? Necesitamos que revisen, porque ese día el tren salió además por el compromiso de su tripulación, ya que los vagones no poseen iluminación», concluye Yaisel, quien aguarda por un esclarecimiento de los hechos, allá en su domicilio en calle 62 No. 3510, entre 35 y 37, en San José de las Lajas, en la provincia de Mayabeque.