Acuse de recibo
Hoy Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, quiero dedicar esta columna a quienes, por encima de mil contratiempos, desestímulos y contrariedades, han hecho de su labor un sacerdocio de excelencias hacia el prójimo. Esos no son pocos, y prodigan su faena callada y humildemente, a diferencia de los exégetas del maltrato y la indolencia, que tanto se hacen sentir.
Melquíades García Rodríguez me envió un correo electrónico desde su propio móvil, para testimoniar lo que estaba disfrutando en ese momento en el restaurante Primavera, sito en calle Máximo Gómez, a una cuadra del céntrico parque Vidal de la ciudad de Santa Clara. Y ese gasto en un mensaje en un cubano es digno de respetar.
Lamentablemente no explica el remitente si dicho restaurante es estatal o privado, pero sí asegura que tiene un servicio cinco estrellas, «digno de imitar por los más prestigiosos restaurantes de los más prestigiosos hoteles».
Melquíades, quien reside en calle 5ta., entre F y G, reparto Vigía, en esa ciudad, destaca la rapidez del servicio y al propio tiempo su calidad, la variedad y elaboración de los platos. Y, algo extraño en estos tiempos, los precios asequibles al bolsillo de cualquier ciudadano. Pero, por encima de todo, destaca algo que a veces parece estar en extinción: la sonrisa y delicadeza con que tratan a cualquier cliente, no importa su bolsillo o estatus social.
Y henchido de similar gratitud, pero en medio del dolor, me escribe Daniel Sánchez Rodríguez, vecino de avenida 107, edificio 3, apartamento 13, entre 20 y 22, en el reparto Sierra Maestra del municipio capitalino de Boyeros.
Relata Daniel que sufrió la amargura de perder a un hermano en agosto de 2013, y hubo de velarlo en la funeraria de Santiago de las Vegas. Y el pasado 20 de abril volvió allí, por las exequias de su hijastra de apenas 16 años, víctima de una enfermedad.
En medio de tanto pesar, Daniel supo captar las dos veces el afable y profesional trato del colectivo de esa funeraria, que no escatimó esfuerzo alguno para mitigar la pena de los familiares con su servicio, siempre atendiendo las llamadas telefónicas con amabilidad y al tanto de cualquier petición.
Acerca del traslado del cadáver de su hijastra hasta Morón, para ser enterrada allí, Daniel remarca la diligencia y la sensibilidad humana con que en la referida entidad se echaron sobre los hombros esa tarea.
Concluye Daniel, y eso es de anotar, que su familia estará sumamente agradecida por la delicadeza y el sentimiento con que fue atendida en momentos tan difíciles. Eso es respeto y amor a lo que hacen. No hay trabajo menor, cuando alguien espera por ti.
Lo mismo motiva a Matglien Pérez Nieves, quien escribe desde Calle 54, No. 29, entre Waldemar Díaz y 65, en el reparto La Loma de la ciudad de Las Tunas.
Relata el remitente que su hija Roxana, con 15 años recién cumplidos, enfermó de dengue hemorrágico y estuvo en un estadio extremadamente crítico. Sin embargo, en el Hospital Pediátrico de Las Tunas hicieron lo que parecía imposible por salvarle la vida.
«Creo que solo así —destaca—, con su infinito amor y consagración sin límites, pudieron arrebatársela a la muerte. Mi agradecimiento infinito a los doctores José Carlos, Miguel, Yelina, Alfredo y Chico, de terapia intensiva, por tantas muestras de amor, entrega, delicadeza y humanismo.
«A Héctor y Beatriz, en terapia intermedia, que a pesar de su rectitud, esconden un hermoso corazón; a Iliana, en la sala de respiratorio, por su constante atención; a todas las enfermeras y enfermeros por su dedicación total.
«A los custodios por tanta comprensión, cooperación y apoyo en los momentos más difíciles; al Director del hospital, que supo sacar un tiempito de su apretada agenda para estar en más de una ocasión junto a la cama de mi niña, interesándose por su estado.
«A todos los trabajadores del Hospital Pediátrico de Las Tunas, que de una u otra forma tienen que ver para que milagros como este ocurran cotidianamente en esa institución; al Ministro de Salud Pública de Cuba, quien de visita por esos días en la provincia, se interesó y preocupó por el estado de salud de mi niña.
«Pueden faltar muchos recursos; puede faltar este o aquel medicamento, pero con personas como estas muchos niños como Roxana tienen la salud garantizada. Gracias a todos ustedes, Roxana disfrutará sus fotos de los quince», concluye Matglien.